Page 73 - WORLD WC Antes de la Tormenta
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embargo, Velen estaba en lo cierto. A pesar de las agradables sorpresas que habían
recibido recientemente, Anduin, Moira y Velen se encontraban ahí con un triste propósito.
Le sonrió a Calia y, soltando su mano, volvió a observar a los sacerdotes ahí
reunidos.
Eran muchos. Como si Faol pudiera leer su mente le dijo:
—Parece que somos muchos, ¿no es así? Pero esto es solo un puñado comparado
con todos los que podríamos ser. Hay mucho lugar para todos nosotros.
Anduin no era capaz de imaginarlo.
—Han hecho algo maravilloso aquí —le dijo a Faol—. Todos ustedes. Sabía que
estaban trabajando para alcanzar esto, pero verlo con mis propios ojos es algo totalmente
diferente. Ojalá esto no fuera más que una visita a un lugar que tanto he querido admirar,
pero recibimos terribles noticias.
Movió la cabeza hacia Moira. Ella era la hija de Magni, “el Portavoz”, que les
había llevado la advertencia. Ella también era conocida y bien vista ahí, mientras que él
era alguien nuevo, un rey, en pocas palabras, pero en un lugar en donde no lo veían como
la máxima autoridad. La reina de los enanos se irguió y se dirigió al grupo.
—Somos servidores de la Luz, pero vivimos en Azeroth —dijo—. Y mi padre
ahora se ha convertido en el Portavoz de nuestro mundo. Vino a Ironforge, a donde el
Profeta y el rey de Stormwind estaban de visita, con terribles noticias.
Su discurso contundente y firme flaqueó un poco. Y por un momento Anduin vio
en ella el rostro de la niña que alguna vez fue, perdida e insegura. Se recuperó rápidamente
y prosiguió.
—Chicos, chicas… nuestro mundo está sufriendo mucho. Está en problemas.
Tiene mucho dolor. Mi padre nos dijo que necesita sanación; no puede hacerlo sola.
Algunos jadeos suaves escaparon entre el grupo de sacerdotes ahí reunido.
—¡Es una espada monstruosa! —gruñó un tauren, su voz grave le recordó a
Anduin penetrante voz de Blaine Bloodhoof, el gran jefe de los tauren y su amigo.
—¿Cómo podríamos sanar al propio mundo? —dijo un draenei, una nota de
desesperación hizo que su melódica voz se quebrara.
Era una pregunta válida. ¿Cómo? Los sacerdotes sanaban, pero sus pacientes eran
de carne. Ellos atendían heridas, curaban enfermedades y maldiciones, y a veces, si la
Luz así quería, revivían a los muertos. ¿Qué podrían hacerle a una herida del mundo?
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