Page 104 - Brugger Karl Crnica de Akakor
P. 104

transmitido de generación en generación.»
                  Las ciudades blancas, el imperio de la jungla en el Amazonas
                  El sometimiento del Perú y la destrucción de las tribus indias de la costa brasileña alteró el
                  curso de la conquista del continente sudamericano. El carácter de los extranjeros ya no
                  constituía un misterio para los nativos; ahora eran conscientes de sus objetivos y de la
                  credibilidad de sus palabras, y ofrecieron una tenaz resistencia.
                  El primero en experimentar la nueva situación fue un compañero de Pizarra, el aventurero
                  español Francisco de Orellana, quien en medio de grandes dificultades navegó el Amazonas
                  hasta su desembocadura. Se había logrado así cruzar por primera vez el continente
                  sudamericano, y esta travesía quedó descrita y documentada en el diario de navegación de su
                  compañero Gaspar de Carvajal. Según dicho informe, Orellana encontró a ambas orillas del río
                  comunidades fuertemente estructuradas.
                  Carvajal describe edificios para mercados, pesquerías y poblados profusamente esparcidos y
                  levantados con objeto de impedir el desembarco de los españoles, así
                  247
                  como calles abundantes, fortificaciones y edificios públicos. Las aldeas se sucedían tan
                  frecuentemente que la región parecíale a Carvajal como una parte de su nativa España: «Nos
                  adentrábamos cada vez más en zonas habitadas, y una mañana a las ocho, después de haber
                  negociado un amarre en el río, contemplamos una hermosa ciudad que por su tamaño debía
                  ser la capital de un imperio. Posteriormente observamos también numerosas ciudades blancas,
                  escasamente a dos millas de la orilla del río».
                  El informe de Carvajal testimonia la existencia de un imperio muy desarrollado en el interior de
                  la Amazonia, ya que ni las fortificaciones ni las ciudades blancas podían haber sido construidas
                  por los indios de la jungla. Únicamente los incas, los mayas o los aztecas podían ser capaces
                  de logros semejantes. Dado que se ha demostrado que sus imperios se limitaron a las zonas
                  occidentales del continente, sólo puede tenerse en cuenta a otro pueblo: según la Crónica de
                  Akakor, los ugha mongulala.
                  Cien años después, el jesuíta Cristóbal de Acuña confirmaría los informes de su predecesor.
                  Éste también describe los signos de la vida urbana: densa población, medidas defensivas y
                  edificios públicos «en los que se ven muchas vestimentas hechas con plumas de multitud de
                  colores». En la conclusión, Acuña resume las impresiones que ha sacado del país que ha
                  estado recorriendo durante varios meses: «Todos los pueblos a lo largo de este río son
                  extraordinariamente razonables, vivaces y llenos de inventiva. Esto puede observarse en todo
                  lo que producen, ya se trate de esculturas, de dibujos o de pinturas de muchos colores. Los
                  poblados están cuidadosamente construidos y ordenados, aunque todo parece indicar que
                  dependen de ciudades situadas más al interior».
                  248
                  Según la Crónica de Akakor, los ugha mongulala gobernaron sobre un enorme imperio que se
                  extendía a lo largo de casi todo el curso del Amazonas. Luego llegaron los Blancos Bárbaros
                  con su nuevo símbolo de la cruz e indujeron a las Tribus Aliadas a romper su fidelidad. Se
                  repitió la tragedia ¡rica, aunque más lentamente y por etapas. Es posible que los portugueses
                  no sintieran piedad alguna ya se tratase de convertir al cristianismo a los nativos o de liberarlos
                  de sus innecesarios lujos. Pero vivían en un país sin ningún centro político visible, y estaban
                  luchando contra fuerzas naturales que parecen resistir hasta a la más moderna maquinaria. La
                  variante transamazónica de la carretera entre Manaus y Barcellos construida en 1971 sobre el
                  bajo río Negro fue cubierta en tan sólo un año por la vegetación tropical. Incluso los técnicos
                  tuvieron dificultades para localizar la dirección aproximada de la carretera. No es de sorprender
                  por tanto que ya no existan signos de las «ciudades blancas».
                  Las amazonas
                  La historiografía tradicional ha ignorado casi por completo el diario de navegación de Gaspar
                  de Carvajal, probablemente debido a que el informe sobre esos ocho meses en regiones que
                  han conservado su misterio hasta la actualidad se refiere principalmente a la búsqueda de
                  comida. Los poblados existían única y exclusivamente como posibles lugares de saqueo. Un
                  viajero evitaría las ciudades blancas y se alegraría cuando pasase a través de ciudades peque-
                  ñas e indefensas. Los contemporáneos de Carvajal centra-
                  249
                  ron precisamente su atención en una pequeña sección: aquélla en la que alude a una tribu de
                  mujeres guerreras con una capital de oro propia de un cuento de hadas. Esta parte del diario
                  cautivó la imaginación de los avariciosos conquistadores, que desde todas partes avanzaron
                  hacia la región de las zonas altas del Orinoco para encontrar a la tribu de las amazonas y su
   99   100   101   102   103   104   105   106   107   108   109