Page 106 - Brugger Karl Crnica de Akakor
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taron a corretear y a ladrar alrededor de los indios. Pero cuando éstos creían que los habían
logrado reducir con sus bastones, fueron entonces soltados dos experimentados bulldogs que
inmediatamente los despellejaron, los destriparon y los devoraron como quisieron».
Tampoco la declaración de independencia de los diversos estados nacionales de América del
Sur tras la victoria del patriota Simón Bolívar sobre los mercenarios españoles produjo alivio
alguno para la población indígena. Una reducida clase superior blanca dirigía a cada uno de los
países como si fuera un establecimiento familiar. Las revueltas de la población india
esclavizada fueron cruelmente reprimidas. Angelim, el líder del más importante movimiento
social revolucionario brasileño, murió en la prisión. El movimiento que él había capitaneado, la
Gabanegem, se desintegró bajo el poder del fuego de los militares portugueses y británicos.
Las dos terceras partes de la población amazónica fueron masacradas.
En la Crónica de Akakor sólo se hace una referencia marginal a estas revueltas populares. Los
exploradores de los ugha mongulala observaron con terror las atrocidades de los Blancos
Bárbaros y el pueblo aprovechó el reflujo de la lucha para replegarse hacia el territorio central
de Akakor. Mas la inesperada calma fue breve, y los indios interpretaron el último acto de la
tragedia que había comenzado con la llegada de Colón, una saga de crimen y de violencia. El
papel principal lo representan los aventureros, los buscadores y el infame rifle Winchester.
También tienen su papel aquellos que se oponen al genocidio, tales como el mariscal brasileño
Rondón, creador del Servicio Brasileño de Protección India. Pero incluso esta organización,
fundada por la civilización blanca para proteger a los
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nativos, ha servido en su desarrollo para acelerar su ruina. Desde el descubrimiento del Nuevo
Mundo quinientos años antes, únicamente la forma de la codicia del poder de los
conquistadores blancos ha cambiado. El periódico londinense The Economist informaba en su
número del 15 de mayo de 1968 sobre la situación de los indios brasileños: «La lista de
crímenes es infinita. La versión original de la investigación de los resultados de la encuesta
ordenada por el ministro del Interior, Albuquerque Lima, pesa más de 100 kilogramos. La
versión reducida ocupa veintiún volúmenes con 55.115 páginas. Ésta recoge los crímenes
contra las personas y las propiedades de los indios, desde asesinatos, prostitución y esclavitud
hasta los problemas relacionados con la venta de sus tierras y de su artesanía. Según informó
el relator del gobierno, Jader Figueira, entre los crímenes se incluyen el exterminio de dos
tribus pataxi en el estado de Bahía mediante viruelas transmitidas en pedazos de dulces. En el
Mato Grosso, los Cintas Largas fueron exterminados mediante bombardeos con aviones de
vuelo bajo; los empleados del Servicio de Protección India remataron a los supervivientes con
ametralladoras. Asimismo, la alimentación de los indios ha sido mezclada con arsénico y con
virus tifoideos».
Por inhumanamente que una clase actúe cuando se trata de asuntos de interés económico, no
puede negarse que está influida por las convenciones sociales. Los colonizadores europeos no
eran más que meros representantes de una reducida clase dirigente. Podían exterminar a los
indios con impunidad ya que consideraban a los salvajes como seres «inferiores». E
irónicamente, la población del Nuevo Mundo contempló a los «barbudos extranjeros», y tan
sólo por el color de su piel, como seres superiores pre-
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destinados a gobernar. Una única nación parece haber comprendido el error a tiempo. El
legado de los Padres Antiguos llevó a los ugha mongulala a considerar a los recién llegados
como Blancos Bárbaros. Ningún observador objetivo puede dejar de estar de acuerdo con esta
caracterización. Los representantes de la civilización blanca han demostrado no ser más que
ladrones despreciables, cuando en realidad podrían haber sido «dioses».
Brasil y el Tercer Reich
La historia del Tercer Reich tiene todavía muchas preguntas sin respuesta. Conocemos las
consideraciones políticas de Hitler y los planes estratégicos de sus generales, mas todavía
siguen confusas la predilección del Führer por las ciencias ocultas y sus obsesiones religiosas.
Conocemos igualmente la estructura de las batallas y los terribles resultados de la Segunda
Guerra Mundial. Las decisiones militares de Hitler, sus planes de conquista del mundo y las
acciones de los comandos secretos en las partes más distantes del mundo continúan en las
sombras. Visto retrospectivamente, es difícil saber qué es lo que más influyó en la historia del
Tercer Reich, pero hay una cosa que es cierta: la mística imagen que Hitler tenía del Universo
no ha sido aún suficientemente estudiada. Por ahora, limitémonos a los datos históricos.
Hasta mediados de 1939, América Latina se mostró bastante indiferente ante los