Page 70 - Brugger Karl Crnica de Akakor
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se prepararon para la batalla. Desde aquí defenderían Akakor, beneficiándose del
                  difícil terreno. Y decidieron morir en defensa del legado de los Maestros Antiguos.
                  En el transcurso de las luchas, los señores de la guerra pusieron en práctica
                  nuevas tácticas. A primeras horas de la mañana, cuando los Blancos Bárbaros
                  todavía dormían, nuestros guerreros se arrastraban hasta los campamentos,
                  ponían fuera de combate a los guardianes y llevaban las chozas, que estaban
                  construidas sobre postes, hasta el río. Los Blancos Bárbaros que dormían se
                  ahogaban o eran devorados por los peces. Cuando los guardianes volvían en sí,
                  solamente encontraban un amplio espacio vacío. Si contaban el misterioso
                  acontecimiento en la aldea más próxima, nadie les creía. Los recolectores de
                  caucho pensaban que se habían vuelto locos.
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                  Cuanto más frecuentemente ocurrían estos acontecimientos, mayores eran la
                  suspicacia y la confusión. Comenzaron a luchar los unos contra los otros.
                  Temerosos de nuevos ataques, se retiraron de los bosques. El agotamiento de
                  nuestros recursos aceleró, asimismo, la retirada de los Blancos Bárbaros. Ni
                  siquiera los bosques inconmensurables eran lo suficientemente grandes para su
                  avaricia, y despreciando las leyes de la Naturaleza, provocaron la disminución del
                  número de árboles. La búsqueda de la valiosa savia se hizo cada vez más difícil.
                  La mayoría de los recolectores de caucho regresaron a las costas orientales.
                  Solamente unos cuantos poblados de las zonas altas del Río Rojo quedaron
                  habitados.
                  Los Blancos Bárbaros ocuparon la tierra. Proliferaron sobre las riberas del Gran
                  Río. Tuvieron hijos e hijas. Cultivaron los campos. Construyeron aldeas de caliza y
                  de argamasa. Realizaron grandes hazañas. Pero no teman ni alma ni razón. No
                  conocían el legado de los Dioses. Los Blancos Bárbaros se parecían a los hom-
                  bres, hablaban como los hombres, pero eran peores que los animales salvajes.
                  El asalto a la capital de los Blancos Bárbaros
                  Desde que yo he sido enviado a observar a los Blancos Bárbaros en su propio
                  territorio y conocerlos, he comprendido que ellos también poseen conocimientos y
                  sabiduría. Muchas de las cosas que han creado podrían ser igualmente dignas de
                  los Ugha Mongulala. Mas mi pueblo juzga a los hombres por sus corazones; y en
                  los corazones de los Blancos Bárbaros
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                  anidan la traición y la oscuridad. Son falsos para con sus enemigos y para con sus
                  hermanos. Sus más importantes armas son la traición y la astucia. Pero nosotros
                  hemos aprendido de sus actos. Con nuestro coraje y nuestra sabiduría podemos
                  derrotarlos. Esto lo demostró Sinkaia, un digno descendiente de Lhasa, el Hijo
                  Elegido de los Dioses. Trescientas ochenta v cuatro generaciones habían
                  transcurrido desde su misteriosa marcha. La crónica registraba el año 12.401
                  (1920) cuando Sinkaia fue aclamado príncipe de los Ugha Mongulala. Muy pronto
                  demostraría Sinkaia ser un hombre capaz. Él guió la retirada de los Servidores
                  Escogidos hasta la nueva frontera fortificada situada en la Gran Catarata. Fue
                  también él quien reorganizó la defensa del imperio y quien dirigió una campaña
                  dentro del territorio de los Blancos Bárbaros. Hasta hoy en día dicha campaña ha
                  quedado como un símbolo del valor de los Ugha Mongulala.
                  Esta es la historia del asalto a la capital de los Blancos Bárbaros. Aquí
                  describiremos cómo sucedió. Pensando en todos los crímenes, y en toda la
                  tristeza, y en todo e, dolor que aquéllos habían causado a las Tribus Escogí das,
                  Sinkaia decidió declarar la guerra. Y así fue cómo habló a los más valientes
                  guerreros: «Esta es la orden que os doy. Id adelante; avanzad por el interior del
                  territorio de nuestros enemigos. Vosotros vengaréis a los hermanos muertos.
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