Page 72 - Brugger Karl Crnica de Akakor
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suspendido a finales del «boom» del caucho. Los indios de los bosques vírgenes se retiraron al
                  interior de las regiones de los bosques, salvándose así de
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                  la extinción total. En 1 926, el Mariscal Rondón creó el Servicio de Protección India del Estado
                  Brasileño, mas la corrupción y el crimen lo convirtieron en un instrumento de la clase superior
                  blanca.
                  El nuevo orden del imperio
                  En un tiempo, la voz de mi pueblo era una voz poderosa. Ahora es difícil y ya no
                  puede conmover los corazones de los Blancos Bárbaros. Porque éstos son fríos
                  hasta con sus propios hermanos. Tienen casas lo suficientemente grandes como
                  para albergar a todas las familias de una aldea, y sin embargo arrojan de ellas a
                  los caminantes. Sostienen en sus manos grandes racimos de plátanos, pero no
                  dan una sola fruta a los hambrientos. Así es como permanentemente se comportan
                  los Blancos Bárbaros. Ésta es la razón por la que hemos huido hacia las regiones
                  inaccesibles de las montañas, pese a que nuestros guerreros deseaban la guerra,
                  tal y como está escrito en la crónica:
                  «Ya no poseemos un poderoso ejército.» Así hablaron los señores de la guerra
                  ante el consejo supremo. «Tampoco tenemos aliados ni fortalezas que protejan el
                  imperio. Nuestros guerreros se retiran ante las superiores fuerzas del enemigo. Se
                  ven empujados por las montañas y por los valles. Mas todavía podemos unirnos;
                  toda vía podemos atacarles con nuestros arcos y con nuestras flechas. Podemos
                  atacar sus aldeas, en las que han construido sus casas y anclado sus barcos.» Así
                  hablaron  los  señores de la guerra ante el consejo supremo, y los que escuchaban
                  se conmovieron por su valor.
                  El planeado ataque a los poblados de los Blancos Bárbaros sobre el Gran Río
                  nunca tuvo lugar. El consejo supremo decidió en contra de una nueva guerra, que
                  habría sido una lucha inútil. Los guerreros de los Ugha Mongulala estaban indefen-
                  sos ante las armas del enemigo. De modo que el consejo supremo se concentró
                  en la reorganización del territorio que seguía en sus manos. Para protegerlo contra
                  ataques por sorpresa, el consejo ordenó el establecimiento de puestos de ob-
                  servación en las cuatro esquinas del imperio, en la Gran Catarata situada en la
                  frontera entre Brasil y Bolivia. en la región del nacimiento del Gran Río, en las
                  montañas que rodean Machu Picchu. y en las laderas septentrionales del monte
                  Akai. Todo extraño que se atreviera a avanzar más allá de estos puntos seria
                  inexorablemente muerto por los guerreros de los Ugha Mongulala. Al mismo
                  tiempo, el consejo supremo renovó la amistad con las Tribus Aliadas que seguían
                  siendo leales. Las únicas que quedaban y en las que por aquel tiempos se podía
                  confiar eran la Tribu de los Corazones Negros. la Tribu de la Gran Voz en la Gran
                  Catarata, la Tribu del Terror Demoniaco en las zonas altas del Río Rojo, y unas
                  cuantas tribus menores en los bosques orientales. Únicamente estas tribus habían
                  conservado el legado de los Maestros Antiguos.
                  Sus caudillos eran iniciados. Todo lo conocían sobre el Pueblo Escogido. Pero no
                  rompieron su voto de silencio. Sus corazones estaban llenos de veneración.
                  Inclinaban sus cabezas cuando recordaban a los Dioses.
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                  El consejo supremo restableció asimismo la seguridad interior del imperio. Con su
                  retirada voluntaria, los Ugha Mongulala habían perdido más de las tres cuartas
                  partes de su territorio y se vieron obligados a adaptar la vida de la comunidad a las
                  nuevas condiciones. Las mujeres comenzaron a trabajar en los campos y
                  recibieron responsabilidades para administrar y supervisar las provisiones. Las
                  funciones de los hombres consistían en la construcción de fortificaciones y en la
                  defensa de las fronteras. Seguían cazando animales y mantenían las
                  comunicaciones con las últimas Tribus Aliadas.
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