Page 76 - Brugger Karl Crnica de Akakor
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destruirlo, puesto que es indestructible y no conoce ni el nacimiento ni la muerte.
                  Ningún arma puede herirle, ningún fuego quemarle, ningún agua ahogarle, ningún
                  calor secarle. Pero para vosotros todo termina con la muerte». «Dime, sacerdote»,
                  afirmó entonces Jacob, «¿cuál es el camino de tu pueblo? ¿Cómo cumplís
                  las leves de vuestros Dioses?» Y Magus contestó: «Dos caminos conducen a esta
                  meta: los actos y el conocimiento. El conocimiento puede lograrse mediante actos
                  justos. Sin sabiduría no puede alcanzarse la meta. El mayor deber de mi pueblo es
                  el servicio a la comunidad. Sus peores enemigos son la avaricia y la ira». Ahora
                  Jacob se mostraba enfadado. Sus palabras estaban llenas de enojo. Amenazó con
                  su corazón helado: «Incluso si me matáis, no viviréis. Porque mi pueblo es como la
                  hormiga. Infatigable en su creatividad, no conoce la resistencia». Y un murmullo se
                  extendió entre los presentes. La amargura llenó los corazones del pueblo. Y el
                  Sumo Sacerdote se levantó. Dijo la última verdad completa: «Una persona que no
                  está unida a nada, que no se cree a sí misma como el instrumento de los Dioses,
                  no es humana; es infame. Está perdida, como el animal herido en el bosque. Tú,
                  Blanco Bárbaro, careces de fe. Niegas la voluntad de los Dioses. Ni siquiera
                  respetas a tu propio Dios. Ni siquiera cumples tus propias leyes. Debes por tanto
                  morir, y todos tus amigos contigo».
                  Esta anotación concluye la discusión entre Jacob y el sumo sacerdote Magus. Los
                  buscadores de caucho fueron ejecutados. Akakor dobló los puestos de vigilancia
                  sobre los ríos. Los Ugha Mongulala esperaban el regreso de los Dioses. Este pe-
                  ríodo, cuando llegaron los soldados alemanes, que está explicado en la cuarta
                  parte de la crónica, sometió a mi pueblo a las pruebas más difíciles. Las últimas
                  Tribus Aliadas renunciaron a su alianza. Los Servidores Escogidos tuvieron que
                  huir al interior de las residencias subterráneas. Lo único que les quedaba era el
                  legado de los Dioses. Éste no nos lo pueden quitar los Blancos Bárbaros, pues
                  está reflejado sobre
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                  cada árbol, sobre cada flor, sobre cada mata de hierba, sobre el mar, sobre el cielo
                  y sobre las nubes. Los Dioses extienden sus manos a todos los hombres, y no
                  creen en que unos sean diferentes a otros, o que uno de ellos pueda decir: «Yo
                  habito en el sol, tú perteneces a la sombra». Por su legado. todo debe estar en el
                  sol, aunque ahora nosotros nos hayamos visto obligados a ocultarnos en la
                  sombra de las montañas.
                  Todo es repetición. Nada pasa que no pueda iniciarse de nuevo. Todo ha ocurrido
                  ya con anterioridad: la victoria y la derrota, el poder y la debilidad. Desde tiempos
                  inmemoriales, la naturaleza se ha repetido a sí misma. Sólo el legado de los
                  Dioses permanece para siempre, eternamente.
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                  El Libro



                  de la Serpiente



                  de agua
                  Esta es la serpiente de agua; es poderosa. Silenciosa, se desliza por el
                  Gran Río en búsqueda de su enemigo. Con poder, lucha contra las
                  innumerables manos de sus cazadores. Rasga sus lazos. Porque es libre
                  e invencible en su territorio.
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