Page 78 - Brugger Karl Crnica de Akakor
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sobrevivieron las cuatro mujeres de la aldea, que fueron hechas prisioneras. En un
                  intento de escapar, tres de ellas se ahogaron en el camino de regreso a Akakor. La
                  cuarta mujer llegó a la capital del imperio de los Ugha Mongulala. Con su llegada
                  en el año 12.417, comienza un nuevo capítulo de la historia de mi pueblo.
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                  Por vez primera, un Blanco Bárbaro no trajo ni el daño ni l a tristeza a los Ugha
                  Mongulala. Y también por vez primera, un príncipe de las Tribus Escogidas se alió
                  con la sangre de un pueblo extranjero, en contra de los deseos del consejo
                  supremo, pero con la aprobación de los sacerdotes.
                  Reinha, que así era como se llamaba la mujer cautiva, pro cedía de un lejano país
                  llamado Alemania. Los sacerdotes blancos la habían enviado a Brasil para
                  convertir a las Tribus Degeneradas al signo de la cruz. Su trabajo la había familiari-
                  zado con la vida de los antiguos pueblos del Gran Río. Había contemplado sus
                  miserias y conocido su desesperada lucha por la supervivencia. Tras haber sido
                  tomada prisionera. Reinha se ganó rápidamente la confianza de mi pueblo. Ayudo
                  a los enfermos y vendó las heridas de los guerreros, ínter cambió sus
                  conocimientos con los de los sacerdotes y les hablo sobre la herencia de su
                  pueblo. El príncipe Sinkaia, que la había observado detenidamente, se sintió
                  profundamente atraído hacia Reinha. Cuando ella le correspondió con los mismos
                  sentimientos y se mostró dispuesta a renunciar al signo de la cruz, él la elevó al
                  rango de princesa de los Ugha Mongulala.
                  Hablaremos ahora sobre todos los nombres y títulos. Registraremos los nombres
                  de todos aquellos que acudieron a Akakor para celebrar la unión entre Reinha y el
                  príncipe. El príncipe de las Tribus Escogidas era Sinkaia, el hijo primogénito de
                  Urna, el venerable descendiente de Lhasa, el Hijo Elegido de los Dioses. A su lado
                  se sentaron el sumo sacerdote, Magus, y el supremo señor de la guerra, Ina. Éstos
                  fueron los primeros en rendir homenaje a la nueva princesa. A ellos les siguieron el
                  consejo supremo y los señores de la Casa de Hama, de la Casa
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                  de Magus y de la Casa de Maid. También los guerreros se congregaron. Hasta el
                  pueblo ordinario asistió a la ceremonia. Todos saludaron a la nueva señora con el
                  debido respeto.
                  Reinha en Akakor
                  La unión entre Reinha y Sinkaia cambió la vida de mi pueblo. La nueva princesa de
                  los Ugha Mongulala fue la primera mujer en compartir el gobierno con el príncipe.
                  Ella asistió a las reuniones del consejo supremo y propuso importantes decisiones.
                  Bajo su recomendación, Sinkaia ordenó la igualdad de derechos para todas las
                  Tribus Aliadas. Hasta la llegada de Reinha a Akakor. éstas habían estado
                  sometidas a pesadas cargas de tributos y al impuesto de guerra. Ahora Sinkaia
                  anulaba una de las leyes de los Padres Antiguos. Les concedió los mismos
                  derechos que los que disfrutaban los Ugha Mongulala, tal y como está escrito en la
                  crónica:
                  Así se introdujo la igualdad para todas las tribus. Los arqueros v los lanceros, los
                  hondistas v los exploradores, los ancianos v los señores de la guerra: todos los títulos
                  v todas las funciones, quedaban ahora abiertas para todos. Únicamente el impuesto
                  de príncipe y las jerarquías de los sacerdotes quedaron reservadas al Pueblo
                  Escogido, el legítimo descendiente de los Maestros Antiguos.
                  Desde este momento, las Tribus Aliadas gozarían de derechos iguales. Para evitar
                  que pudieran caer en la traición, el

                  consejo supremo introdujo la pena de muerte. Esto también constituía una
                  violación del orden de los Padres Antiguos Según su legado, los mayores
                  crímenes eran castigados con el exilio. Pero la Edad de Oro era una cosa del
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