Page 83 - Brugger Karl Crnica de Akakor
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leyes diferentes y no comprendían ni nuestro idioma ni nuestra escritura. Pero de
todos modos mi pueblo no podía devolverlos a su país de origen. Los aliados
serían hechos prisioneros y revelarían el secreto de Akakor. Con no excesivo
entusiasmo, el consejo supremo decidió acceder a la petición de Reinha. Los
servidores escogidos aceptaron a los soldados alemanes para siempre. Al igual
que ocurriera 500 años antes con los godos, se convirtieron en parte integrante de
mi pueblo, unidos con él según el legado de los dioses.
2 El nuevo pueblo
1945 - 1968
La Segunda Guerra Mundial produjo millones de muertos de desaparecidos y de heridos.
Muchos países del mundo experimentaron graves desequilibrios económicos y financieros. La
desconfianza y el temor dieron como resultados dos bloques de poder divididos por ideologías
mutuamente hostiles. Hasta el momento, este conflicto no ha tenido demasiadas repercusiones
en el continente sudamericano. El exterminio de los indios de los bosques alcanzó un nuevo
punto máximo. Se descubrió que el Servicio Brasileño de Protección India se había convertido
en un mero instrumento de los grupos económicos de presión para el exterminio de la
población nativa. En un período de tan sólo veinte años, ochenta tribus indias cayeron víctimas
de las intrigas de la potencia blanca y de las enfermedades de la civilización. Los
supervivientes se retiraron a las regiones inaccesibles de las cabeceras de los ríos.
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La vida de los soldados alemanes en Akakor
Yo soy sólo un hombre, pero hablo con la voz de mi pueblo. Mi corazón es el de
los Ugha Mongulala. Cualquier cosa que agobie su corazón, la contaré. Las Tribus
Escogidas ya no desean la guerra. Pero no temen morir. Ya no se ocultan detrás
de las rocas. Ya no temen a la muerte, porque forma parte de sus vidas. Los
Blancos Bárbaros temen a la muerte. Sólo cuando se ven sorprendidos por un
ataque o se debilitan sus vidas se acuerdan de que existen poderes superiores a
los suyos y dioses que están por encima de ellos. Durante el día. la idea de la
muerte les molesta, ya que les alejaría de sus extrañas alegrías y placeres. Los
Blancos Bárbaros saben que su dios no está satisfecho y que deberían postrarse
llenos de vergüenza. Porque no están más que llenos de odio, de avaricia y de
hostilidad. Sus corazones son como enormes garfios afilados cuando en realidad
deberían ser una fuente de luz que derrotara a la oscuridad e iluminara y diera
calor al mundo. Por consiguiente, hemos de luchar, tal y como está escrito en la
crónica:
Todos se habían reunido, las tribus de los Senadores Escogidos y los Pueblos
Aliados, todas las tribus grandes y las pequeñas. Todos estaban reunidos en el
mismo lugar, esperando la decisión del consejo supremo. Se mostraban humildes,
después de haber llegado hasta allí con enormes dificultades. Y así fue cómo
habló el Sumo Sacerdote: «¿Qué delito hemos cometido para que los Blancos
Bárbaros nos persigan como animales e invadan nuestro
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país como el jaguar que acecha? Hemos llegado a un a triste situación. Oh, que el
sol brille para que nos ¡raiga la paz». El Sumo Sacerdote habló con pena y con
dolor, con suspiros y con lágrimas. Porque el consejo supremo deseaba ir a la
guerra, la última guerra en la historia del Pueblo Escogido.
El sueño del renacimiento del imperio saltó por los aires cuando en el año 12.426
(1945) las comunicaciones con Alemania se interrumpieron. Una vez más, los
Ugha Mongulala volvían a depender exclusivamente de sus propias fuerzas. Pero
por vez primera, contaban ahora con poderosas armas y con 2.000