Page 88 - Brugger Karl Crnica de Akakor
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territorio de la eternidad, en el territorio de la luz.
Durante el funeral del príncipe Sinkaia, signos ominosos aparecieron en el cielo.
Los guerreros de los Ugha Mongulala sufrieron fuertes derrotas. La Tribu Aliada de
los Comedores de Serpientes renunció a Akakor y se puso al lado de los Blancos
Bárbaros. La estación de las lluvias llegó con tal violencia que ni siquiera los más
ancianos habían conocido nada igual. La desesperación y el temor se extendieron
entre las Tribus Escogidas. Bajo estos signos, el consejo supremo se reunió para
elegir al nuevo príncipe y legítimo gobernador de los Ugha Mongulala. Siguiendo el
legado de los Dioses, fui citado ante la cámara del trono de las residencias
subterráneas y durante tres días y tres noches el consejo me interrogó sobre la
historia de las Tribus Escogidas. A continuación, el Sumo Sacerdote me escoltó a
las regiones secretas de Akakor inferior. Mi destino se hallaba ahora en las manos
de los Dioses.
Yo entré en el recinto religioso secreto al despuntar la mañana, poco después de
la salida del Sol. Envuelto en el traje dorado de Lhasa, descendí por una espaciosa
escalera. Me condujo al interior de una habitación, y ni aún ahora puedo decir si
ésta era grande o pequeña. El techo y las paredes eran de un color infinitamente
azulado. No tenían ni comienzo ni final. Sobre una losa de piedra labrada había
pan y una fuente de agua, los signos de la vida y de la muerte. Siguiendo las
instrucciones de los sacerdotes, me arrodillé, comí del pan y bebí del agua. Un
profundo silencio reinaba en la habitación.
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Repentinamente, una voz que parecía proceder de todas partes me ordenó que me
levantara y que entrara en la siguiente habitación, que se parecía al Gran Templo del
Sol. Sus paredes estaban recubiertas de muchos y muy diversos instrumentos
Brillaban y resplandecían en todos los colores. Tres grandes losas hundidas en el
suelo fosforecían como el hierro. Con templé maravillado los extraños instrumentos
durante algún tiempo. Luego escuché una vez más la misteriosa voz. Me llevó a una
tercera habitación, aún más profunda e interior. Tan deslumbrados estaban mis ojos
por la brillante luz que tardé bastante tiempo en reconocer algo que ya nunca olvidaré.
En el centro de la habitación cuyas paredes irradiaban la misteriosa luz se
encontraban cuatro bloques de piedra transparente. Cuando, lleno de temor, pude
acercarme, des cubrí en ellos a cuatro misteriosas criaturas: cuatro muertos vivientes,
cuatro humanos durmientes, tres hombres y una mujer. Yacían en un líquido que los
cubría hasta el pecho. Eran como los humanos en todos los aspectos, sólo que tenían
seis dedos en las manos y seis dedos en los pies.
No puedo recordar cuánto tiempo permanecí con los Dioses durmientes. Sólo sé que
la misma voz me ordenó que retornara a la primera habitación. Me dio consejos llenos
de sabiduría y me reveló el futuro de las Tribus Escogidas. Pero la voz me prohibió
que jamás hablase sobre ello. Tras mi regreso del recinto religioso secreto trece días
después, el Sumo Sacerdote me saludó como el nuevo legítimo gobernante de los
Ugha Mongulala. El pueblo estalló de júbilo: yo había pasado la prueba de los Dioses.
Sin embargo, la alegría de los Servidores Escogidos apenas me alcanzaba a mí.
Había quedado profundamente impresionado por las misteriosas criaturas. ¿Estaban
vivas o muertas? ¿Eran los Dioses? ¿Quién las había colocado allí? Ni siquiera el
Sumo Sacerdote conocía
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la respuesta. El recinto religioso secreto de Akakor interior contiene el conocimiento y
la sabiduría de los Padres Antiguos. A nosotros únicamente nos entregaron parte del
legado. Ellos se reservaron la verdad definitiva, el secreto real de sus vidas.
Así eran los Dioses. Poseían la razón, el conocimiento y la perspicacia. Cuando
miraban, todo lo veían: cada grano de polvo sobre la tierra y en el cielo, e incluso
las cosas ocultas más distantes. Conocían el futuro, y planeaban según sus
conocimientos. Mirando por delante de la noche y de la oscuridad, protegían el