Page 89 - Brugger Karl Crnica de Akakor
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destino de la Humanidad.
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                  3   Tatunca Nara
                  1968 - 1970
                  El desarrollo de los grandes depósitos de petróleo existentes en las regiones de la jungla del
                  Perú preludió la tercera fase de la exploración económica de la Amazonia por la civilización
                  blanca. Perú inició la colonización del territorio antiguamente virgen de la provincia de Madre de
                  Dios, y Brasil, por su parte, decidió la construcción de la Transamazónica. Este proceso aceleró
                  aún más la extinción de las tribus indias, que sucumbieron a las enfermedades de los colonos
                  blancos y perdieron sus últimos territorios. Quinientos años después del descubrimiento de
                  América, los ocho millones de personas que en un tiempo poblaron los bosques habían
                  quedado reducidos a apenas 1 50.000 supervivientes.
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                  El plan de los señores de la guerra
                  Cuando mi padre estaba todavía vivo, un día me enseñó la tierra en el Este y en el
                  Oeste, y no vi más pueblo que los Ugha Mongulala y sus Tribus Aliadas.
                  Transcurridos muchos años, volví a mirar de nuevo, y observé que habían llegado
                  pueblos extranjeros para privarles de sus tierras a sus legítimos propietarios. ¿Por
                  qué? ¿Por qué tienen que abandonar su país los Ugha Mongulala y vagar por las
                  montañas, deseando que los cielos los aplasten? En un tiempo, los Ugha Mon-
                  gulala fueron un gran pueblo. Pocos sobreviven, y nada poseen salvo una
                  pequeña extensión de tierra en las montañas. Y tienen todavía consigo la Crónica
                  de Akakor, la historia escrita de mi pueblo, el pueblo más antiguo de la Tierra.
                  Hasta el presente, la crónica no era conocida por los Blancos Bárbaros. Hoy la
                  estoy revelando para divulgar la verdad, porque éste es mi deber como caudillo de
                  las Tribus Aliadas y como príncipe del Pueblo Escogido.
                  Dos años habían pasado desde la muerte de Sinkaia, el príncipe incomparable. Y
                  los Servidores Escogidos se reunieron, junto con los soldados alemanes y con las
                  Tribus Aliadas. Todas las clases y razas se habían congregado para celebrar
                  consejo y buscar la manera de salvar al pueblo. E incluso aquellos que no tenían
                  casas y que caminaban solitarios por los bosques, incluso éstos vinieron a Akakor.
                  Porque su necesidad era grande. El Sol brillaba, mas débilmente. El cielo estaba
                  cubierto de nubes. El pueblo vivía en la pobreza, vagaba por los bosques, huyendo
                  de sus enemigos. Alzó su rostro al cielo e imploró a los Dioses. Solicitó su ayuda
                  en la lucha contra los Blancos Bárbaros.
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                  Unos pocos meses después de que yo hubiera asumido el poder en Akakor en el año
                  12.449 (1968). encendióse de nuevo y con renovada fuerza la lucha en la frontera
                  occidental. Nuestros enemigos hablan atacado a la Tribu Aliada de los Corazones
                  Negros y hablan cogido prisionero a su caudillo. Creían de esta forma que así podrían
                  desanimar a sus guerreros y forzarles a renunciar a la alianza con Akakor. Pero una
                  vez mas. los Blancos Bárbaros se equivocaban. A pesar de sus crueles torturas, no
                  pudieron someter a los guerreros de esta última y todavía leal aliada. Allí donde un
                  Ugha Mongulala caía prisionero. éste seguía la regla de los señores de la guerra;
                  encomendaba entonces su vida a los Dioses y fallecía.
                  Para impedir el descubrimiento de Akakor por los aeroplanos. di órdenes de camuflar
                  todos los templos, palacios y casas con bambú y con esteras de bejucos. Mandé
                  destruir las torres de vigilancia situadas en los exteriores de Akakor y sustituirlas por
                  trampas. Transcurridas unas lunas, hasta tal punto había sido cubierta la capital por
                  los bosques que incluso las Tribus Aliadas tenían dificultades para localizarla. El
                  acceso a Akakor quedaba así completamente cerrado para los cazadores y
                  buscadores blancos. En sus correrías no en contrarían más que ruinas abandonadas.
                  Sospecharían que era obra de los espíritus malignos y se retirarían detrás de la
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