Page 86 - Brugger Karl Crnica de Akakor
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Escogido y se están alejando de nosotros.
                  ¿Qué es lo que va a suceder? Hambrientas están las Tribus Escogidas. Han
                  comido de la hierba de los campos. Su alimento eran las cortezas de los árboles.
                  Nada poseían. Estaban empobrecidas. Las pieles de los animales, sus únicos
                  vestidos. Pero los Blancos Bárbaros no les daban respiro. Avanzaban sin
                  misericordia. Brutalmente
                  fueron derrotados los guerreros. Los blancos deseaban extirpar al Pueblo
                  Escogido de la faz de la tierra.
                  Los doce generales
                  de los Blancos Bárbaros
                  La frontera oriental se mantuvo tranquila durante la lucha contra los buscadores y
                  los colonizadores blancos. Desde la retirada de los recolectores de caucho, los
                  Blancos Bárbaros se habían limitado a avances ocasionales a lo largo del Río
                  Rojo. No se atrevían a avanzar más porque sospechaban de la presencia de
                  espíritus malignos en la inmensidad de las lianas de los Andes. De este modo, los
                  Ugha Mongulala estuvieron tranquilos, sin ser molestados, y protegidos por las
                  supersticiones de los Blancos Bárbaros.
                  Únicamente en el año 12.449 (1968) se vio interrumpida la paz. Un aeroplano —
                  según el idioma de los soldados alemanes— se había estrellado en las zonas altas
                  del Río Rojo. La Tribu Aliada de los Corazones Negros, que vivía en esta región,
                  tomó prisioneros a los supervivientes e informó a Akakor. Sinkaia, el príncipe de
                  los Ugha Mongulala, me ordenó que ejecutara a las Blancos Bárbaros. Pero yo no
                  cumplí la orden. Para preservar la paz en la frontera oriental, los dejé libres y los
                  conduje a Manaus, su ciudad, situada sobre el Gran Río. Dado que no cumplí la
                  orden explícita de mi padre, era culpable de pena de muerte. Pero, ¿quién me
                  habría castigado? Los Ugha Mongulala estaban cansados de la eterna guerra y
                  deseaban la paz.
                  Nunca olvidaré el tiempo que pasé en Manaus. Allí vi por primera vez cómo se
                  diferencian las ciudades de los Blancos
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                  Bárbaros de los poblados de los Ugha Mongulala. Las calles estaban llenas de un
                  sinnúmero de personas que corrían, se empujaban y se precipitaban. Se lanzaban a
                  través de la ciudad montados en unos extraños vehículos llamados automóviles como
                  si fueran perseguidos por espíritus malignos. Estos vehículos son terriblemente
                  ruidosos y producen unos olores malsanos. Las residencias de los Blancos Bárbaros
                  son diez y hasta veinte veces más altas que las casas que mi pueblo construye. Sin
                  embargo, cada familia tan sólo posee una pequeña parte, en la que apila sus
                  posesiones y sus riquezas. Todas estas cosas son objetos que pueden obtenerse en
                  unos lugares determinados y destinados exclusivamente a este fin. Pero una persona
                  no puede tomar aquello que necesita y llevárselo. No. para todo tiene que extender un
                  pequeño trozo de papel que a los ojos de los Blancos Bárbaros posee un gran valor.
                  Lo llaman dinero. Cuanto más dinero tenga una persona, más respetada es. El dinero
                  la hace poderosa y la eleva por encima de las demás como si fuera un dios. Esto lleva
                  consigo el que todo el mundo trate de engañarse y de explotarse mutuamente. Los
                  corazones de los Blancos Bárbaros están llenos de continua malicia, incluso para con
                  sus propios hermanos.
                  La ciudad de los Blancos Bárbaros es incomprensible para los Ugha Mongulala. Es
                  como una colonia de hormigas, atareada durante el día y durante la noche. En cuanto
                  el Sol ha recorrido su curso y ha desaparecido por detrás de las colinas del poniente,
                  los Blancos Bárbaros iluminan sus ciudades y sus casas con unas enormes lámparas,
                  de modo que aquéllas están tan brillantes durante la noche como durante el día.
                  Atraídos por las relucientes luces, acuden a unos grandes salones en los que
                  consiguen la alegría, la satisfacción y la exuberancia. Otros se sientan en unas salas
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