Page 75 - Brugger Karl Crnica de Akakor
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jaguar o de arcilla cocida. Las maracas de madera y los tambores están hechos de
troncos vacíos de árboles y recubiertos con pieles de tapir. Los bastones de los
tambores tienen cabezas cubiertas de caucho. Durante las ceremonias de duelo
en el Gran Templo del Sol utilizamos unos grandes cuernos huecos que producen
un sonido profundo y lleno de tristeza. Esta música acompaña al yo esencial en su
tránsito hacia la segunda vida.
El mayor tesoro de mi pueblo, la Crónica de Akakor, se encuentra en un pasadizo
revestido de oro y que une el Gran Templo del Sol con las residencias
subterráneas. La primera parte, que abarca desde el tiempo de la partida de los
Dioses hasta el final de la era de la sangre, está escrita sobre pieles de animales.
Desde los tiempos de Lhasa. los sacerdotes utilizan el pergamino. La entrada a la
habitación en la que se conserva la crónica está defendida por escogidos
guerreros que son los responsables del testimonio de la historia de mi pueblo.
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A.1 conservar la crónica, podremos dar cuenta a los Dioses para cuando regresen.
Un caudillo de los Blancos Bárbaros en Akakor
Mi pueblo sabe cómo preservar el secreto de Akakor. Durante los 12.000 años de
historia de las Tribus Escogidas, muy pocos extranjeros han entrado en nuestra
capital. Durante el reinado de Lhasa, el Hijo Escogido de los Dioses, los embaja-
dores de Samón visitaron nuestro imperio. Tres milenios después, los incas
discutieron con nosotros la guerra y la paz. En el duodécimo milenio, los godos
llegaron a las costas orientales de! imperio, establecieron contacto con nuestros
guerreros y se unieron a nuestro pueblo. Luego llegaron los Blancos Bárbaros.
Para impedir el descubrimiento de Akakor, los Ugha Mongulala abandonaron la
mayor parte del en un tiempo poderoso imperio. Los pocos enemigos que
alcanzaron la ciudad de Akakor fueron enviados para siempre a las minas de oro y
de plata. Un grupo de blancos, buscadores de caucho, fue el único cuyas personas
fueron ejecutadas por orden del consejo supremo. Se hablan adentrado hasta
Akakor en el año 12.408 (1927). Su caudillo se llamaba a sí mismo Jacob, un
hombre que había rendido homenaje al signo de la cruz. Dado que nuestros
sacerdotes deseaban saber qué tipo de dios se hallaba oculto detrás de dicho
signo, convocaron una asamblea de todo el pueblo. Ante los ojos de los Servidores
Escogidos se mantuvo una tensa discusión, tal y como está escrito en la crónica,
con buenas palabras, con lenguaje claro:
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Y Jacob se detuvo delante del consejo supremo. Elevó su voz para iniciar su
defensa. Mas le sobrevino un extraño sentimiento. Contempló a quienes se
hallaban delante de él y a los que había ordenado matar: hombres iguales a él, con
la piel blanca y con rostros honestos. Y Jacob comenzó a sudar. La sangre afluyó
a su cabeza. Su boca estaba seca. El arma poderosa cayó de sus manos. En su
loca desesperación rezó a su dios. Jacob comenzó a hablar sobre las leyes de su
pueblo. «Es mejor matar a los salvajes que dejarles vivir, porque son como los
animales del bosque. Estas son mis órdenes. Así es como debo actuar.» Entonces
habló Magus, el sumo sacerdote de las Tribus Escogidas: «Has hablado sobre mi
pueblo como un hombre que se cree que es un dios que puede decidir sobre la
vida y la muerte. Mas, ¿ no sabes tú también que la vida real se prolonga más allá
de la muerte? Yo, tú, todos nosotros, hemos tenido una existencia antes de esta
vida. Y también viviremos después de la muerte. Los sentimientos transitorios son
ajenos a nosotros. La felicidad y la tristeza, el calor y el frío, nada significan para
nosotros. Nosotros estamos libres de estos sentimientos transitorios, realmente
libres. Y sólo aquel que ha reconocido esta verdad, el auténtico significado de la
vida y de la muerte, puede entrar en la segunda vida. Porque el yo esencial que
habita en nuestro cuerpo no está sujeto ni al tiempo ni al espacio. Nadie puede