Page 280 - Historia de la civilización peruana contemplada en sus tres etapas clásicas de Tiahuanaco, Hattun Colla y el Cuzco, precedida de un ensayo de determinación de "la ley de translación" de las civilizaciones americanas
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Incas fueron señores, ella ha debido constar de una trenza, o cor-
dón, en que han debido verse reunidos los cuatro colores “nacio-
nales” que simbolizaron de alguna manera los cuatro ayares clási-
cos intervenidos en la creación del imperio.
Los dichos cuatro colores,- en tal forma reunidos sobre las rea-
les sienes, han debido simbolizar la sanción y representación de
las cuatro colectividades arriba expresadas.
Ellos han podido ser el verde, el rojo, el blanco, el amarillo,
simbólicos de la coca del ayar Auqui, del ají del ayar Uchú, de la
sal del ayar Cachi y del maíz del ayar Sara.
Por una singular coincidencia, nacida quizá de un latente
atavismo, la bandera nacional de Bolivia exhibe tres de los tales
colores simbólicos de los productos típicos de las parcelas territo-
riales que correspondieron a los Ayares de la nacionalidad alto y
baj operuana.
Garcilaso de la Vega nos hace saber en sus Comentarios Rea-
les, que el “llauto”, adherido a un cordón de un color determina-
do, para cada uno de los aillos dinásticos que hubo en el Cuzco,
no fué privativo del Inga reinante, siendo así que lo usaron los
miembros de su propia familia, si bien de dimensiones menores.
Ellos nos confirman en la idea de que el que gobernó fué el
aillo, en cabeza de sus individuos más caracterizados, de suerte
que el Inga “reinante”, personalmente desconocido para sus súb-
ditos, pudo ser hoy uno y mañana otro de los tales personeros del
aillo dinástico.
La borla encarnada fué ideada, probablemente, para ocul-
tar la fisonomía del tal Inca a la mirada de los súbditos admitidos
a su presencia.
Inti Cussi Tupac Huallpa Yupanqui (el Tubalipa de los histo-
riadores), Paula Inca, y el Inca historiador Garcilaso de la Vega
nos han dejado la representación gráfica del llauto incano que
les correspondió a los dos primeros, como a descendientes de Huás-
car, y al último como a hijo de palla, en los escudos de armas que
con el beneplácito de los reyes españoles adoptaron para sí, en