Page 101 - Vive Peligrosamente
P. 101

personalmente de todo  y  que hiciera lo posible para que el  trabajo se
          coronase con éxito.
            Me apresuré a montar en mi coche  y tomar la carretera de Utrecht.
          Durante el  viaje fui haciendo los cálculos ayudado por mi auxiliar,
          dándome cuenta de que debía trabajar dejándome llevar por la intuición, al
          carecer de datos exactos.
            Al llegar a Utrecht fui a una conocida industria metalúrgica, en la que
          pude hacerme con el  material que  necesitaba empleando un tiempo
          "récord", gracias  a la  estupenda colaboración del ingeniero jefe de la
          sección técnica. Trabajamos sin descanso, logrando que los obreros se
          contagiasen de nuestro celo.
            Continué trabajando durante todo el día, modificando mis cálculos cada
          vez que me enfrentaba con algún imprevisto. A última hora de la tarde tuve
          cargado el último camión  y me dispuse  a regresar  a nuestro
          acantonamiento. Sabía  que había resuelto el primer problema, pero que
          debía afrontar el segundo, de mayor envergadura: ¿Cómo lograría
          ensamblar las diferentes  piezas para  que el puente tuviera la  resistencia
          requerida?
            Rogué al comandante Schäfer que pusiera a  mi disposición todos los
          especialistas  y mecánicos del regimiento, lo que hizo inmediatamente.
          Elegimos el  campo de  maniobras para hacer la prueba; situamos veinte
          camiones en semicírculo al objeto de aprovecharnos de la luz de sus faros
          para alumbrarnos. Cuando pienso que nos vimos forzados a prescindir de
          una infinidad de cosas necesarias, no puedo comprender cómo fue posible
          que consiguiésemos realizar nuestro propósito.
            Eran las siete de la mañana del día siguiente cuando pasé por el puente
          con  mi  coche. Mi corazón latía aceleradamente. Mi obra tenía  unos tres
          metros de anchura; carecía de barandilla que protegiera sus lados y tenía
          una altura de tres metros y medio en su parte central. Además, a tres metros
          y medio de su principio, tenía un descenso brusco, a nivel del suelo. Me vi
          en la necesidad de dar todo el gas, dándome cuenta de que la  base del
          puente vibraba peligrosamente. Conseguí  mi propósito. Pero faltaba por
          hacer la prueba decisiva: el paso del puente con la carga señalada. Volví a
          pasarlo con la  máquina remolque  más  pesada, que  arrastraba un camión
          cargado hasta los topes.
            Cuando llegué a la pendiente ascendente observé que el morro del motor
          de la pesada máquina se elevaba ante mis ojos, lo que no me hizo ninguna
          gracia. La máquina continuó su avance bamboleándose peligrosamente de
   96   97   98   99   100   101   102   103   104   105   106