Page 173 - Vive Peligrosamente
P. 173

mucho más grande que la que habíamos encontrado en Kiew, que pasó
          desfilando ante nuestras posiciones en dirección a occidente.
            Cuando oscurecía, las cunetas de las carreteras eran iluminadas por las
          hogueras que encendían los prisioneros; sus resplandores se proyectaban
          sobre kilómetros y kilómetros en el horizonte. No podíamos permitirnos el
          lujo de  vigilar toda aquella inmensa  manada de gente como era debido,
          hasta tal punto que una columna de quinientos de ellos sólo tenía uno de
          nuestros hombres para ser custodiada. Tengo la firme convicción de que un
          buen número de soldados rusos aprovecharon tan estupenda circunstancia
          para escapar.
            Mas, a pesar de la gran  cantidad de prisioneros que hacíamos, nunca
          pudimos limpiar por completo los espesos bosques que había en las
          inmediaciones de la "bolsa", ni, tampoco, conseguimos apoderarnos del
          material de guerra que los rusos abandonaron en ellos.
            Durante el  curso del invierno siguiente, los soviets enviaron a  aquel
          sector boscoso varias patrullas bien entrenadas que lograron rescatar todo el
          material abandonado. Dichas patrullas se filtraban a través de nuestras
          posiciones amparándose en la oscuridad de la noche. En muchas ocasiones
          fueron lanzadas sobre la espesa capa de nieve desde aviones que volaban a
          poca altura, lo que permitía a los hombres saltar sin paracaídas. Cuando
          menos lo esperábamos, fue formada una fuerza combatiente rusa poderosa,
          provista de las armas más modernas y eficaces, incluso tanques, a nuestras
          espaldas, inmediatamente detrás del frente alemán. Aquella fuerza,
          altamente eficaz, intervino en todos los combates dándonos mucho trabajo.
            La ruta que  conducía desde Juchnow a Gshatsk, que discurría  en su
          mayor parte entre espesos bosques, sólo podía ser recorrida por poderosas
          formaciones, pues varias agrupaciones de tropas  rusas que se habían
          negado a rendirse nos hacían la vida imposible. En cierta ocasión no pude
          esperar a que se formara una tropa  y  debí recorrer dicha ruta
          completamente solo. Afortunadamente, aunque no las tenía todas conmigo,
          no tuve que enfrentarme con ningún grupo de guerrilleros y salí más bien
          parado de la aventura de lo que suponía al iniciarla, si bien debo decir que
          tuve que esquivar las pasadas de un bimotor soviético de  combate
          modernísimo que me atacó obstinadamente.
            No exagero al decir que, volando a mis espaldas, picaba para
          ametrallarme, volviendo a elevar su vuelo en cuanto disparaba, repitiendo
          tal operación una decena de veces. Confieso que en ninguna ocasión salté
          de mi coche tan apurado y que jamás alcancé una cuneta con tal rapidez.
   168   169   170   171   172   173   174   175   176   177   178