Page 176 - Vive Peligrosamente
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"¿Acaso no disponemos de los adelantos técnicos apropiados que nos
ayudarán a vencer las dificultades y penalidades que tuvo que padecer el
ejército del "dominador" del mundo?"
Durante cierto tiempo nuestros combates fueron de extraordinaria
dureza, pues fuimos agregados a una División de tanques. No pasó mucho
tiempo sin que nos uniera una gran amistad con los componentes de dicha
División con los cuales lucharíamos, en los meses siguientes, hombro con
hombro.
Y así continuamos avanzando siguiendo una ruta paralela al Norte de la
"autopista".
Debo disculparme por emplear la denominación "autopista" aplicada a
la carretera por la que avanzábamos. Cierto que era bastante ancha, y que
casi siempre continuaba en línea recta. Pero el firme de su trazado no
estaba bien pavimentado. Con arreglo a la técnica occidental, era una ruta a
medio terminar y con muchas desigualdades, algo semejante a un simple
proyecto que hubiese sido puesto en servicio por una causa urgente. Sin
embargo, era lo suficientemente ancha para permitir el paso de tres
columnas, cosa increíble si se la comparaba con el resto de las carreteras
rusas.
Gshatsk fue la primera capital de provincia rusa en la que tuve ocasión
de efectuar algunas observaciones. Casi toda la población había sido
evacuada previamente por los soviéticos. Observé que la mayoría de sus
viviendas eran de madera, y que los edificios importantes estaban
destinados a organismos estatales. También vi varias casas de dos pisos que
llamaron mi atención. Sólo unas cuantas calles disponían de alumbrado
eléctrico, y éste faltaba en todas las viviendas.
Las habitaciones de muchas de las casas ofrecían un aspecto parecido a
las habitadas por los pequeños burgueses de la Europa occidental antes de
1914. Y no exagero al decir que sus muebles eran de aquella época. Las
lámparas de petróleo, de los tiempos de nuestras abuelas, alumbraban las
veladas de sus moradores. Mas, a pesar de ello, quedaron grabadas en mi
mente las dos horas que pasé en la casa que habitaba un camarada de la
División de tanques. Hacía tiempo que no me sentaba en un sillón, entre
cuatro paredes de madera y ante una estufa de hierro que proporcionaba un
agradable calorcillo. Era una delicia sentirse bajo techo, después de largos
meses en que tuvimos que vivir a la intemperie. Nos sentimos confortados
por el hecho de poder calentar nuestro rancho en una auténtica estufa y