Page 177 - Vive Peligrosamente
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comerlo servido en platos limpios. Era un placer beber el "vodka" en vasos
          que no estaban empañados por la humedad o sucios.
            Cierto día hube de regresar a Smolensko, donde permanecí una noche.
          Recorrí los trescientos kilómetros que me separaban de mi punto de destino
          en ocho horas escasas, lo que me hizo sentirme satisfecho, aunque el estado
          de la "autopista" no me permitió establecer una marca de velocidad.
            Smolensko era una ciudad de unos cien  mil habitantes. Sus casas, la
          mayoría de ellas, eran de madera, exactamente iguales a las que había ya
          visto. La Comandancia alemana me proporcionó una habitación para pasar
          la noche en un "Hotel de lujo" de la ciudad. Este "Hotel" era un edificio de
          cinco pisos, cuya fachada ofrecía un aspecto bastante deslucido.
          Imponentes columnas de  yeso "embellecían" la entrada y flanqueaban la
          ancha escalera hasta el primer rellano. El vestíbulo estaba adornado con dos
          frondosas plantas que crecían a su albedrío dentro de grandes macetas;
          parecía como si hubiesen sido allí olvidadas. Los muros de ambos lados de
          la escalera estaban recubiertos de losas de mármol, pero sólo hasta la altura
          del primer piso. El resto; todo el resto, daba la impresión de no estar
          acabado.
            Las habitaciones eran muy pequeñas. Sólo tenían dos pequeñas camas
          de hierro, dos sillas, una mesa y un armario empotrado al lado de la puerta.
          Tenía tanta necesidad de limpieza, que pregunté dónde estaba el cuarto de
          baño. Me respondieron que en mi piso había uno. Pero al entrar en él
          comprobé que era una amplia habitación en la que, efectivamente, había
          una bañera, pero ésta estaba desprovista de grifos y  de toda  clase de
          instalaciones necesarias par el aseo. Nunca pude averiguar si el "Hotel"
          había abierto sus puertas al público en tan lamentable acondicionamiento al
          ser inaugurado por los  rusos, o si, por el contrario, su ausencia de
          comodidades se debía a consecuencias de la guerra. Pero creo que mi
          primera hipótesis era la acertada.
            Saboreé la frugal cena en la soledad de  mi habitación. Me dispuse a
          acostarme para disfrutar de un merecido descanso. Tan cansado estaba, que
          no presté atención a los "moradores" que allí había, y me sumergí en un
          profundo sueño.
            A medida que avanzábamos íbamos siendo atacados por los rusos con
          sus temidos "organillos  de Stalin", desgraciadamente ya conocidos por
          nosotros, a pesar de no haberlos tenido que soportar de una  manera tan
          masiva como entonces. Cada proyectil era un cohete como el que nosotros
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