Page 179 - Vive Peligrosamente
P. 179

–¡Ya verá cómo no se atreven a disparar sobre dos ratones mugrientos
          como somos nosotros!
            No encontré palabras para replicarle.  Apenas enfilamos el trecho de
          carretera que caía bajo la observación del enemigo, fuimos obsequiados con
          una salva de disparos. Volví la cabeza y me di cuenta de que el general
          continuaba marchando tranquilamente en su motocicleta y que se negaba a
          apearse y buscar protección. Aumentó el tiroteo y pude darme cuenta de
          que la moto del general oscilaba, y que sus ocupantes se tiraban a la cuneta.
          Tomé otra curva y, seguidamente, salté de la moto imitando a mi superior,
          procurando llegar donde se encontraba. No sé cómo sucedió, pero el caso
          fue que ambos nos encontramos en el fondo de un embudo abierto por una
          granada. Al  escuchar que el general profería una fuerte imprecación me
          sentí animado y le dije:
            –Esos de ahí enfrente no tienen en cuenta que somos unos ratones
          mugrientos; a pesar de todo quieren nuestro pelo.
            Una vez se hubo calmado el tiroteo y desaparecido el polvo levantado
          por las motocicletas, continuamos nuestro camino y llegamos al puesto de
          mando sin más novedades. Al descender, me dijo el general Hausser:
            –Reconozco que hay ocasiones en las que debemos prestar atención a
          los oficiales especializados.
            Todos los que formaban mi División se consideraban viejos y expertos
          veteranos. Tal sensación no era extraña. Habíamos sostenido numerosos
          encuentros con el enemigo  y conocíamos  su  manera de combatir; nos
          habíamos familiarizado con las peculiaridades del país en que estábamos;
          sabíamos perfectamente como vencer el polvo, el  barro, la arena  y las
          extensas zonas pantanosas.
            Fuimos relevados por una nueva unidad, la 5ª División de "panzers",
          que acababa de llegar al frente. Formada en un principio para combatir en
          África, fue trasladada al Este inesperadamente. Ni siquiera habían tenido
          tiempo de cambiar el camuflaje de sus vehículos pintándolos de amarillo–
          verde–gris, como los que usábamos nosotros. Debo decir, sin embargo, que
          la pintura de nuestros tanques no era tan flamante como la de los recién
          llegados; que, después de casi cuatro meses de combates ininterrumpidos
          en los frentes, ofrecían un lamentable aspecto.
            Tanto nuestros abrigos y "tabardos", así como los capotes de camuflaje,
          estaban cubiertos del barro que cubría los caminos de Rusia blanca y el
          suelo de Ucrania. Muchos de nuestros hombres se habían dejado crecer la
          barba; más de uno estaban calzados con las botas de fieltro que solían usar
   174   175   176   177   178   179   180   181   182   183   184