Page 169 - Vive Peligrosamente
P. 169
logro de la meta deseada eran creación de "los de fuera", de los capitalistas
y de los odiados burgueses. Tenían el convencimiento de que tales
"monstruos" serían derrotados en un próximo futuro por los ideales
comunistas.
Sin embargo, debo confesar que lo que más me extrañó fue que el
internacionalismo –el clásico "slogan" de los comunistas rusos–,
comenzaba a quedar oscurecido por unas nuevas ideas. Las altisonantes de
patria y patriotismo, que, hasta entonces, nunca habían sido aceptadas,
parecían ser, en aquellos momentos, los vigentes ideales.
Los muros de madera de las clases estaban cubiertos por carteles
propagandísticos y por fotografías de los altos dirigentes del Kremlin. Pero
también vi cosas curiosas: en muchas de las paredes de las citadas escuelas
había hasta carteles anunciadores de un circo y algunas órdenes del partido
comunista que databan de algunos años antes. Asimismo, pude ver letreros
que exigían la limpieza corporal, obediencia ciega al Estado, respeto hacia
los padres. Y avisos anunciando sesiones del club de los "pioneros". Tal
asociación era puramente política, y la formaban las juventudes comunistas
o "konsomoles". Todos sus miembros están obligados a seguir determinado
número de cursos de formación política y una instrucción militar rigurosa.
También Vassili era "pionero" y se sentía muy orgulloso por ello.
Cuando quería darse importancia pronunciaba su "salutación leninista",
fórmula típicamente soviética que sustituía a los saludos de cortesía usados
tradicionalmente en Europa.
Los cuadros que estaban colgados de las paredes de la mayoría de las
escuelas ofrecían escenas del pasado revolucionario de Rusia y resaltaban,
ante todo, las diferencias sociales y las luchas de clases. Mi pequeño guía,
Vassili, apenas podía creer mis palabras cuando le afirmé que en el resto de
las naciones de Europa no había luchas diarias en las calles y que no
morían diariamente un sinfín de hombres tras las barricadas. Tenía la firme
convicción de que los dirigentes capitalistas eliminaban, cada día, a un
elevado número de obreros y campesinos. Tampoco podía comprender que
un obrero que no fuese ruso se labrase un porvenir independiente, si
trabajaba eficaz y conscientemente. Me miró con ojos desorbitados cuando
le dije que nuestros trabajadores vivían en una casa habitada,
exclusivamente, por los miembros de su familia y que hasta disponían,
muchos, de un jardín para poder cultivar flores y frutos.
Aquello me hizo darme cuenta de que el "telón de acero" era demasiado
sólido y tupido. Y de que la propaganda efectuada por los rusos a lo largo