Page 164 - Vive Peligrosamente
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estratégica. Razonamos que tal obra estaba en contradicción con el retraso
visible del país; y que el régimen que gobernaba aquel desconcertante
Estado había logrado crear una "élite" intelectual y técnica que le servía
incondicionalmente y sin reserva alguna; y que esta "élite" estaba por
encima del nivel de las masas, que eran simplemente "utilizadas".
Los rusos hicieron ímprobos esfuerzos para romper el cerco de Kiew,
obligándonos a establecer nuestro frente en su parte occidental. Pasados
unos días me dirigí a una de nuestras nuevas posiciones en compañía del
comandante Rumohr.
Seguía tranquilamente al comandante cuando, de pronto, oí una
tremenda explosión y vi cómo los ocupantes del coche que me precedía
volaban por los aires. Quedé atónito. Pero reaccioné vivamente y pude
frenar mi coche a tiempo. Inmediatamente me di cuenta de que estábamos
en terreno minado. Uno de los oficiales que iba en el vehículo resultó
muerto, en tanto que el conductor y el propio comandante Rumohr estaban
gravemente heridos. La pierna derecha del último, que iba de pie en el
momento de la explosión, quedó deshecha. ¡Duro golpe para aquel gran
soldado que sólo amaba la acción! Lo que más sintió fue el verse obligado
a abandonarnos, a separarse de su querida División.
Sin embargo, el destino quiso que Jochen Rumohr muriese en el campo
de batalla, a pesar de que, en aquella ocasión, escapara a la muerte por un
pelo. Aquel gran soldado, digno de ser puesto como ejemplo, murió en
Hungría en enero de 1945, después de haber defendido, heroicamente, con
la División a la que pertenecía, el cerco de la ciudad de Budapest, tras
haber rechazado los ataques del enemigo durante diez larguísimas semanas.
El capitán Drexler, el jefe más antiguo de nuestras baterías, tomó el
mando de la unidad cuando Rumohr fue herido.
Al llegar a Rommy alcanzamos nuestro objetivo. A partir de aquel
momento quedó completamente cerrado el cerco de la ciudad. El número
de prisioneros rusos se multiplicó; capturamos miles y miles de ellos. Nos
instalamos en una pequeña aldea en la que hallamos un puesto ruso de
Sanidad, pudiendo apreciar que sus instalaciones no eran tan modernas
como las de los nuestros. También pudimos comprobar que los soldados
rusos demostraban gran estoicismo ante los sufrimientos; que su resistencia
física ante el dolor era mucho más fuerte que la de cualquier europeo
occidental.
Fui testigo de una acción extraordinaria sin precedentes. Un soldado
ruso al que, pocas horas antes, se le habían amputado ambos brazos, se