Page 166 - Vive Peligrosamente
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Fue una oportunidad para mí conocer a una rusa cuyo nombre era Nina
          R., que había sido evacuada hacia el  sur huyendo  de los combates que
          tenían lugar en los alrededores de  Smolensko,  y llegado a la misma
          localidad en la que estaba acantonada mi unidad. Nina era una mujer de
          unos veintiocho años. Me impresionó por su inteligencia y por su extraña e
          innata elegancia. Pude apreciar que no portaba el vestido guateado gris–
          parduzco tan frecuente entre los rusos  de aquella zona, sino que, por el
          contrario, llevaba un trajecito corriente, muy gastado,  pero limpio  y en
          buen estado.
            Ahora, habla ella por sí misma:
            –Mi marido –me dijo–, es ingeniero industrial. Fue condenado a cinco
          años de trabajos forzados en 1940. Le deportaron a Siberia y no tengo
          esperanzas de volverle a ver. Hace ocho años que soy  maestra en una
          escuela elemental, pero, desde hace poco tiempo, me dedico a la Enseñanza
          Media.
            "Mi padre fue catedrático de la Universidad de Smolensko en tiempos
          de los zares. La revolución bolchevique le sorprendió cuando se estaba
          preparando para desarrollar un plan de acción  y lucha contra el
          analfabetismo, muy intenso en Rusia en aquella época.
            "Sin embargo, también debo decir que los comunistas consideraban que
          era una buena baza  a ser utilizable para sus fines la existencia  del gran
          número de analfabetos durante la época zarista, pues tales gentes resultaron
          fácilmente influenciables y pudieron ser utilizadas mediante una adecuada
          propaganda. Desde los altos dirigentes del Kremlin hasta el último
          comisario del pueblo más apartado, lucharon con todas sus fuerzas para
          atraerse a la gran masa de analfabetos.
            "En 1918 el Estado soviético puso mucho empeño en crear una "élite"
          intelectual que le fuera incondicional. Para conseguirlo tuvo  que hacer
          frente a una  ardua tarea,  ya que los científicos, los investigadores y los
          ingenieros de la época zarista o bien habían sido deportados a Siberia, o
          bien, al ver el caos desatado en toda Rusia como consecuencia de la guerra
          civil y de la revolución, se habían dado prisa en buscar refugio en la Europa
          occidental.  Todos los que les sustituyeron dieron  muestras  de gran
          impotencia, salvo algunos tan escasos que  podían ser contados con los
          dedos de la  mano. Se trataba de  hombres que habían pertenecido a los
          partidos democráticos y socialistas, que se apresuraron a inscribirse en el
          comunista cuando se dieron cuenta de que tenía en sus manos las riendas
          del poder y del gobierno de Rusia.
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