Page 247 - Vive Peligrosamente
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adecuadamente: "Volvían" a estar alegres y contentos; durante el viaje
habían pasado por más de una situación altamente desagradable.
Me asignaron tres barracones en las cercanías del campo. Instalé en
ellos a los recién llegados. Tuvieron que hacer varios viajes, desde los
barracones al avión, para poder transportar todos los bultos que habían
llevado consigo. Di orden de que todos se presentasen ante mí. El capitán
Menzel los fue nombrando por orden de lista.
Me di cuenta de que todos los ojos estaban fijos en mis labios; de que
cada uno de mis hombres estaba pendiente de mis palabras. Procuré
explicarles lo que podía. Les dije:
–Os ruego que no penséis en la clase de misión que os espera. Lo más
importante de todo es que procuréis estar en perfectas condiciones físicas
para que pueda contar con cada uno de vosotros en todo momento. ¡Podéis
retiraros!
Rogué a Menzel procurase que mis hombres se aclimataran lo antes
posible. Sólo tendrían la obligación de realizar marchas militares por la
mañana y a última hora de la noche. El resto del tiempo debería de ser
empleado en deporte y natación.
Regresé a Frascatti en unión de Karl Radl. A él solo le hablé de nuestra
misión cuando estuvimos en mi habitación, que debía de compartir
conmigo. Se mostró tan sorprendido y excitado como yo mismo lo estuve.
Ninguno de los dos dudamos, ni un solo instante, de que nos sería muy
difícil llegar a saber el lugar exacto donde estaba el Duce. Ni siquiera
hablamos sobre las posibilidades de su liberación. La fecha para intentar
llevarla a cabo estaba, todavía, muy lejana.
Recibimos una orden que podía concordar perfectamente con nuestra
misión. El general Student había aceptado la responsabilidad de vigilar la
ciudad de Roma con tan sólo una División de paracaidistas, ya que la otra
combatía en Sicilia. Si teníamos en cuenta los puntos de vista del Führer,
debíamos de estar preparados para el momento en que el nuevo gobierno de
Badoglio nos volviera la espalda y se convirtiera en nuestro peor enemigo.
En tales circunstancias, era imprescindible que la ciudad de Roma y sus
alrededores estuviesen en nuestras manos. Para ello, debíamos ejercer una
estrecha vigilancia sobre todas las estaciones y aeropuertos. Si se llegase a
dar la circunstancia de que la urbe se encontrase en primera línea,
estaríamos en una situación comprometida.
Afortunadamente, había retenido en mi memoria los dos nombres más
destacados de los que habían sido mencionados por Himmler: Kappler y