Page 243 - Vive Peligrosamente
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dirección a su destino. Cuando, pasado un poco de tiempo, el general
empezó a dar cabezadas, yo aproveché la ocasión para mirar en mi
derredor. Era la primera vez que volaba en un "He–111". Por ello, mi
curiosidad era intensa. Me senté en el asiento del copiloto y disfruté de una
vista magnífica.
Empezamos volando sobre unos territorios que, en un tiempo, fueron
polacos. Pasada media hora, una espesa capa de niebla cubrió el horizonte
por el Este. Minutos después vimos unas torres: Varsovia. A continuación
volamos por encima de las zonas industriales de la alta Silesia; miles de
chimeneas proyectaban columnas de humo hacia el cielo.
Pasamos por encima del Protectorado de lo que había sido
Checoslovaquia. Cada vez más, el paisaje se hizo más abrupto: los
imponentes acantilados se sumergían en las aguas de los torrentes que
atravesaban los llanos; la vista era muy bella, ofrecía una infinidad de
variantes. Me di cuenta de que nuestra ruta nos llevaría a volar sobre Viena.
No tardamos mucho tiempo hasta que vi abajo la vieja ciudad imperial.
La saludé con el pensamiento y el corazón. Pensé:
–¡Si mi familia supiera...!
Pero, inmediatamente, me dije:
–No. Es mucho mejor que ignore mi destino. En caso contrario se
sentiría muy preocupada. Siempre sucede lo que debe suceder. No hay
hombre que pueda escapar a su destino.
Enseñé al piloto las cosas de mi patria dignas de verse. Hice que fijara
su atención en los viaductos de Semmeringbahn, en los campos de la verde
Steiermark. Y Graz, con su bello castillo, mi segunda patria, entró en
nuestro campo visual.
Comí el contenido de una bolsa de provisiones que nos entregaron al
partir apenas sin darme cuenta de que lo hacía. Mezclé los bocadillos con el
chocolate; los dulces y las manzanas. Y, de pronto, me sentí indispuesto.
Pero me di cuenta de que el avión no estaba preparado para tales
contingencias. Expliqué al piloto mis cuitas, y él me mandó a la parte
posterior.
Era alrededor de las doce y volábamos sobre Croacia. Me sentía muy
cansado. Pero no quería perderme ni un detalle de aquel maravilloso vuelo.
Pensé:
–Ya tendré tiempo de dormir cuando me entierren.