Page 245 - Vive Peligrosamente
P. 245

alemanas e italianas de mar y aire. Hasta, incluso, los aliados pusieron sus
          plantas en suelo europeo el 10 de julio de aquel mismo año. La primera
          oleada de invasión había elegido la  isla de Sicilia para efectuar un
          desembarco. Por ello, las unidades alemanas combatían por cada centímetro
          siciliano codo a codo con sus compañeros italianos. Hacía varios días que
          los combates se centraban en torno al pueblo de Cefalú, en la costa norte de
          Sicilia.
            Nos detuvimos ante el edificio en el que se alojaba el jefe de la flotilla
          aérea, que nos invitó a almorzar.  No supe cómo  disculpar  mi atuendo
          cuando tomé asiento a la  mesa. El  capitán Melzer, que  mandaba tos
          comandos de paracaidistas, se convirtió en mi ángel salvador. Me confié a
          él; le seguí a una habitación  y me despojé del pesarlo traje  de vuelo.
          Entonces, precisamente entonces, al sentirme aligerado del peso, noté que
          el cansancio  caía sobre  mí. Pero conseguí sobreponerme y comportarme
          como de costumbre. Me  causó sorpresa que los alemanes se  hubiesen
          adaptado tan fácilmente a las costumbres italianas. Todo el mundo hacía
          una siesta de varias horas, desde el último de los soldados hasta el mismo
          general.
            Por tal razón, el capitán Melzer  me dejó tranquilo hasta las  cinco  y
          media. A dicha hora apareció en mi estancia cargado con ropa interior de
          verano y con un uniforme completo de oficial igual que el que usaban los
          oficiales de la unidad de paracaidistas. Completé el uniforme con un gorro
          de los que usaban los de la Luftwaffe y, finalmente, me presenté al general
          Student, correctamente  uniformado. ¡Incluso podía disponer de un
          certificado que acreditaba pertenecía al Cuerpo de paracaidistas! No cabía
          duda de que Melzer era un tipo estupendo.
            Me alojaron en la "Villa  Tusculum II", asignándome una habitación
          contigua a la que ocupaba el general Student. Desde mi terraza disfrutaba
          de una bellísima vista de Roma. No tuve necesidad de mucho tiempo para
          instalarme; mi cartera de documentos pronto estuvo guardada.
            La noche de aquel mismo día, el general Student fue invitado a comer
          por el mariscal de campo, Kesselring. Me dijeron que yo debía acompañar
          a mi superior.
            ¿Quién hubiera podido imaginar, apenas hacía veinticuatro horas, que el
          desconocido  capitán Skorzeny cenaría dicha noche en compañía del jefe
          supremo de los ejércitos alemanes en Italia?
            Llegamos a la casa en que se alojaba el mariscal a las veintiuna horas.
          Le fui presentado en el vestíbulo. Era la persona más simpática de las que
   240   241   242   243   244   245   246   247   248   249   250