Page 239 - Vive Peligrosamente
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sistemática. Hasta que dispuse de una larga lista. No cabía la menor duda
de que mi pequeño grupo debía estar convenientemente armado. Pero era
indispensable que los pertrechos fuesen lo más ligeros posible. Cabía la
posibilidad de que fueran lanzados en paracaídas. Por lo tanto, cada grupo
formado por nueve hombres necesitaba dos ametralladoras, además de las
pistolas automáticas individuales de cada soldado. Lo más indicado era que
usasen las pequeñas granadas de mano que podían ocultarse en un bolsillo.
También teníamos que disponer de los explosivos necesarios, unos treinta
kilos de los "plásticos". Debíamos procurar que fueran ingleses, de aquellos
que formaban parte de la remesa que acabábamos de capturar en Holanda,
puesto que eran mejores...
No podíamos olvidar ninguna clase de fulminantes; los hombres debían
cubrirse con cascos y llevar una ropa interior sumamente ligera. Debíamos
contar con las suficientes provisiones para poder pasar una semana y con el
conveniente material sanitario para caso de emergencia...
Transmitimos telegráficamente a Berlín la primera lista. Tuve entonces
tiempo de pensar cuáles de mis hombres podían ser considerados como
imprescindibles. Hice un nuevo memorándum:
"El capitán Menzel, un buen jefe de compañía, y el suboficial Schverdt,
un buen soldado de infantería y zapador, debían incluirse. El suboficial
Warger hablaba muy bien el italiano y era un buen escalador".
Mi lista se fue completando poco a poco de nombres y más nombres.
Muchos se sorprenderían por no haber sido incluidos. Pero no podía pensar
en todos.
"¡Ah, sí, se me olvidaba. No recordaba a mi chofer, el cabo B.; a los dos
Holzer, etc..."
La lista quedó terminada. Volví a pedir conferencia con Berlín y tuve
otra conversación con Radl. Este me dijo:
–Estamos sudando a mares. ¿Cómo quiere que preparemos todo eso
para las cinco de la mañana? Su lista telegráfica es tan larga...
Le respondí escuetamente:
–¡Seguramente será seguida por otra! ¡Debe conseguirlo, cueste lo que
cueste! Yo también sudo a mares. ¡Acabo de hablar personalmente con el
Führer!
Mi ayudante se quedó sin habla. Repetí con énfasis:
–Estamos cumpliendo una orden que nos ha sido transmitida por el
propio Führer.