Page 237 - Vive Peligrosamente
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El general Student no cambió ni una sola palabra conmigo. Himmler, en
          cambio, no cesó de hablar, de decir nombres y de darnos ciertos datos sobre
          esta o aquella personalidad. Hice todo  lo  posible para retener en mi
          memoria el mayor número posible de apellidos, aunque debo reconocer que
          no me fue fácil. Himmler opinaba:
            –No cabe duda sobre el derrocamiento del régimen italiano; sólo
          ignoramos la fecha en que tendrá lugar. Pero contamos con la posibilidad
          de que suceda un día u otro. Los dirigentes italianos que han pactado con
          los aliados se encuentran en Portugal. Y no debemos pasar por alto tal
          hecho.
            Seguidamente, volvió a decir nombres y más nombres.
            Al concluir su perorata, Himmler se enfrascó en una conversación con el
          general Student. Eran las once de la noche. Y recordé que mis camaradas
          de Berlín estarían sobre ascuas por no haber recibido noticias mías. Por
          ello, pedí permiso para retirarme y solicitar una conferencia telefónica.
            Encendí un cigarrillo en tanto esperaba que dieran la conferencia. Sin
          embargo, me di cuenta de que tan sólo conocía la misión que acababa de
          encomendárseme, pero nada más. De  pronto, volví a ver frente a  mí a
          Himmler, que me apostrofó violentamente:
            –¿Acaso no puede pasarse sin fumar? Creo que no es usted el hombre
          indicado para cumplir la misión que acabamos de encomendarle.
            Y sin más, me lanzó una mirada que no tenía nada de amable y continuó
          su camino.
            No pude evitar el pensar:
            –¡Bien empezamos! Me riñen cuando  sólo he fumado dos cigarrillos.
          Himmler no se ha  mostrado amable conmigo. ¿Habrá  decidido
          descartarme? ¿Qué debo hacer ahora?
            Aplasté mi cigarrillo, sintiéndome perplejo. Súbitamente apareció ante
          mí el ayudante del Führer, que  me  contemplaba con interés. Se veía
          claramente que habla presenciado la escena, lo  que demostraron las
          palabras que me dijo inmediatamente:
            –No se preocupe por el Reihsführer. Riñe a todo aquel que se le pone
          delante. Siempre está nervioso y no mide sus palabras. Regrese al lado del
          general Student y hable con él sobre todos los pormenores.
            El general y yo necesitamos poco tiempo para ultimar todos los detalles.
          Se decidió que a las ocho de la mañana volara con él a Roma haciéndome
          pasar por su  ayudante personal. Unos  cincuenta hombres de  mi Batallón
          saldrían a la misma hora de un campo de aviación berlinés con destino al
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