Page 33 - Vive Peligrosamente
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difícil situación, no cesó en ningún momento. Yo consideré que el
ayudarnos los unos a los otros era justo y acertado, ya que creía que era
indispensable que el tiempo fuese operando en favor de nuestras ideas. Y
consideraba que era mejor que la dictadura instaurada en Austria se fuese
pudriendo por sí sola.
Dollfus, en 1933, convirtió en régimen autoritario su sistema de
gobierno. En aquella ocasión afirmó que Austria no debía unirse nunca a
Alemania, pero añadió que el país era independiente, cristiano y alemán.
Con esta última afirmación contradijo la premisa que había sentado, ya que
un país no puede ser considerado alemán de origen y efectuar, a un tiempo,
maniobras antialemanas ante el resto de las potencias europeas. Como las
situaciones absurdas, política y moralmente, no pueden sostenerse
indefinidamente, se vio forzado a firmar el Tratado austro
–alemán del 11 de julio de 1936. Mas, a pesar de todo, su vigencia no
pudo encubrir las disensiones existentes hasta entonces, sino que, por el
contrario, todavía las aumentó.
En el mes de febrero de 1934 tuvo lugar el lamentable alzamiento de los
partidos de extrema izquierda, socialista y comunista, que fue reprimido
sangrientamente por las tropas gubernamentales, cumpliendo las órdenes
dadas por el propio canciller Dollfuss. En esta ocasión se demostró que las
fuerzas democráticas no carecían de coraje, ya que los sublevados lucharon
con gran valor por una causa que sabían perdida de antemano. Los hombres
que se lanzaron a la revolución para luchar por sus ideas tenían todas
nuestras simpatías, no pudiéndose decir lo mismo de los dirigentes que les
incitaron a la lucha. Con la colaboración de un amigo hice todo lo posible
para ayudar a muchos de los sublevados y evitar que dieran con sus huesos
en la cárcel. A partir de aquel momento, el SPO fue calificado como un
partido ilegal.
Los años que siguieron a aquella fecha, es decir, hasta 1938,
presenciaron el caso extraño de dos partidos de ideas tan distintas como el
NSDAP y el SPO, que luchaban conjuntamente contra una minoría
totalitaria que tenía en sus manos las riendas del Poder. La meta de ambos
era la misma: Llegar a unas elecciones libres susceptibles de dar una
oportunidad común de obtener, para los dos partidos declarados fuera de la
Ley, una suma de votos considerable. Por eso, nuestra lucha debía
considerarse como una batalla entablada para conseguir, limpiamente, los
derechos democráticos que nos habían sido negados.