Page 36 - Vive Peligrosamente
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yo,  y me  explicó entusiasmado que los dirigentes destacados ingleses y
          franceses  se  habían  dirigido  a  Berlín, donde fueron recibidos por Adolf
          Hitler.
            Recuerdo claramente que comentó:
            –Si las mejores fuerzas combatientes de la pasada guerra, los soldados
          que estaban dispuestos a dar la vida por su patria, quieren darse la mano,
          tanto si han luchado en un bando como en el otro, daremos un gran paso
          hacia el sostenimiento de la paz. Posiblemente es de gran importancia que
          un hombre como Adolf Hitler, que ha pasado por todas la vicisitudes, esté
          en la cumbre del Poder. El lenguaje de un hombre así puede ser fácilmente
          comprendido por todos aquellos que lucharon en los frentes, ya que ha
          pasado por  lo mismo que ellos pasaron. Es más presumible que se
          entiendan tomando como base las experiencias vividas que empleando
          conceptos tales como "tradición" e "intelectualidad", que son las ideas
          fundamentales de los políticos de nuestro tiempo.
            Adhiriéndose  al Concordato firmado  entre Alemania y el Vaticano,
          Austria, nación  y Estado estrictamente católicos, logró  un indudable
          "avance" el año 1933. Los derechos y deberes del nuevo Gobierno alemán,
          resultantes del citado Concordato, fueron temas objeto de los artículos de
          fondo  de la prensa universal. También la prensa extranjera ensalzó el
          acuerdo firmado entre Alemania e Inglaterra respecto de la flota de ambos
          países. Gracias a  mi asiduidad al quiosco de la Plaza de la Opera, pude
          conseguir un periódico inglés de aquel  mismo día. Y, cuando años  más
          tarde, fue firmado el acuerdo franco–alemán que establecía la suspensión
          de una agresión por ambas partes –cosa excepcional, ya que era conocida la
          tradicional enemistad existente entre las dos naciones–, la prensa mundial
          parecía haber cambiado. Durante varios días no se escribió, ni habló, más
          que de dicho acontecimiento.
            Hasta los obreros que trabajaban en mi empresa hablaban de lo mismo
          incesantemente. Uno de los capataces a  mis órdenes, un tal Oehler,
          comunista convencido que había luchado en las barricadas en febrero de
          1934, me hizo una visita para exponerme sus ideas. Me dijo:
            –Los alemanes saben conseguir lo que se proponen. ¡Nunca lo hubiese
          pensado de ellos! ¡Nunca habría creído que pudieran tener a los franceses
          "en el saco" !Los que dirigieron el curso de la guerra desde puestos
          directivos  y los que  desempeñaron  puestos importantes durante la
          posguerra nunca pudieron soportarse. Pero los de ahora lo consiguen.
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