Page 37 - Vive Peligrosamente
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El "ambiente" que reinaba en los cafés vieneses podía ser considerado
          como el "barómetro" que medía el clima que imperaba en toda, Austria. Si
          "algo flota en el aire" o "hay algo en puertas", el apacible ambiente de los
          cafés de Viena se torna, de pronto, tenso, electrizante. Las conversaciones
          son sostenidas en un tono de voz más alto; los periódicos no pueden ser
          arrancados de las  manos  de los que  los están leyendo; hasta se  entablan
          disputas entre los que sostienen opiniones divergentes.
            Tal clima tenso fue el que prevaleció en los años que se iniciaron en
          1932  y que duraron hasta principios de 1938.  La política dictatorial
          implantada por Dollfuss y ejecutada por su gobierno no había logrado
          apaciguar los ánimos; todo lo contrario.
            Había  multitud de problemas que provocaban acres polémicas. Por
          ejemplo, los lazos de unión política con Italia siempre eran  motivo  de
          polémicas; y lo que era de primordial importancia para los austriacos, la
          crisis económica tan difícil de resolver, excitaba los ánimos.
            Todavía recuerdo que, en el café  que frecuentaba, fue  motivo de
          conversaciones que duraron varios días una  frase de un discurso
          pronunciado por Churchill en 1938. El político inglés, según informaciones
          de la Prensa, dijo en aquella ocasión:
            "... Siempre he pensado que nada hubiera sido mejor para Inglaterra, en
          el caso de que hubiese sido vencida en una guerra, que encontrar a un
          hombre como Hitler para que volviera a conquistarnos el lugar que
          ocupábamos entre las naciones del mundo... "
            No cabe la  menor duda de que estas palabras de Churchill eran
          conocidas entonces por todas las  personas  mayores. Eran palabras
          altamente significativas, sobre todo por haber sido dichas por un político
          inglés que no podía ser considerado, ni por entonces siquiera,  como un
          desconocido. A pesar de  ello, muchos inconformistas opinaban que ellas
          ocultaban "ciertos manejos políticos", o bien que podían ser consideradas
          como simples "términos diplomáticos".
            Como es de suponer, nosotros, los austriacos, no escuchábamos las
          opiniones contrarias a nuestra unión, tan deseada, con Alemania. Tales
          opiniones y  exposiciones eran tan subjetivas, tan poco congruentes y
          consistentes, además de estar fundamentadas en falsedades en la mayoría
          de los casos, que no encontraban, siquiera, un eco que pudieran servirlas de
          trampolín para tener efecto sobre la opinión pública, ya que no había base
          suficiente para menospreciar los grandes éxitos conseguidos por la política
          alemana de aquel entonces.
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