Page 77 - Vive Peligrosamente
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convenientemente las camisas y los pañuelos; también aprendimos  a
          conocer el  sitio exacto donde debíamos guardar nuestra ropa interior. Es
          decir, a tenerlo todo en orden para satisfacer a los que llegaran a pasarnos
          revista. Acto seguido, volvieron a contarnos la forma como debíamos
          comportarnos, igual que si fuésemos salvajes.
            La comida era a las once de la mañana. Nos sentábamos en los bancos
          formando largas filas y "picábamos" en nuestro rancho. Los cocineros que
          nos preparaban la comida estaban gordos, cosa que nos tranquilizó en cierto
          modo. Trabamos conocimiento con los demás  reclutas, que eran  mucho
          más jóvenes que nosotros. Un ambiente rudo,  pero bastante alegre,
          predominaba en el cuartel. Nos reíamos de los chistes que un recluta de
          más edad se empeñaba en contar. En el comedor se oía hablar todos los
          dialectos alemanes. El compañero de  más edad,  que estaba  en nuestro
          mismo alojamiento, se sentaba unos  puestos más lejos de nosotros; le
          oíamos charlar con su aguda voz y su acento sajón.
            A continuación de la comida, los alojados en la habitación número doce
          recibimos la  orden de comparecer  ante el jefe de la compañía.  Este nos
          participó que no contaba con gentes capaces de instruirnos, ya que todos los
          instructores estaban en los campos de batalla polacos. Hubiéramos debido
          recibir una instrucción técnica especial, para ser empleados,  más tarde,
          como ingenieros de tropas. Se había preparado para nosotros un programa
          de cursos especiales, a los que debíamos asistir semanalmente; a cada uno
          de ellos asistirían unos cien hombres aproximadamente. Por el momento,
          según se nos dijo, podíamos regresar a nuestras casas; ya se nos
          comunicaría  el  momento de nuestra incorporación  definitiva al  ejército.
          Tuvimos una gran sorpresa, que no nos resultó nada desagradable.
            No quise dejarme influir por el entusiasmo. Me erguí cuanto pude y
          hablé:
            –Quisiera preguntarle, "herr" capitán, si puedo ser trasladado a la
          Aviación. En el momento oportuno me presenté en la Luftwaffe y cuento
          con unas cuantas horas de vuelo.
            Mi intervención le cogió de sorpresa. Pero el hombre reaccionó y me
          pregunto:
            –¿Cuándo nació?
            –En l908, "herr" capitán.
            –Demasiado viejo –me respondió secamente.
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