Page 78 - Vive Peligrosamente
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Con su respuesta dio por terminada la cuestión. Pero yo me sentí algo
vejado. Y no dejaba de preguntarme si es que era, realmente, demasiado
viejo para volar. Mi vanidad se sintió herida.
Abandoné el cuartel con una espina en el corazón. Pero el mucho
trabajo que encontré en mi despacho, producido por los cambios habidos en
muchas secciones a causa de que varios de mis obreros habían sido
llamados a filas, no me dejaron tiempo libre para pensar en mi edad. Me di
cuenta de que en semejantes circunstancias la presencia del jefe era
indispensable.
Después de los primeros éxitos conseguidos por el ejército alemán a raíz
de su entrada en territorio polaco, la gente empezó a pensar que la guerra
no duraría mucho tiempo. Y cuando en septiembre se cerraron las
negociaciones diplomático–militares con el Este, creímos que las potencias
mundiales llegarían a un acuerdo. La ausencia de acontecimientos durante
los meses de invierno pareció confirmar nuestra idea.
Seguimos nuestros cursos de adiestramiento. A mediados de diciembre
se nos informó que veinte de nosotros habíamos sido destinados a las SS en
calidad de oficiales–ingenieros.
Las SS eran, para mí, la "élite" del ejército alemán, y pensaba que el
formar parte de ellas debía de significar un honor para cualquiera de
nosotros. Las detenidísimas revisiones médicas que se nos hicieron a todos
los que participábamos en los cursos nos confirmó, una vez más, las
grandes exigencias y las pruebas por las que debían de pasar los hombres
pertenecientes a aquella "élite". Tan sólo a doce de nosotros nos hallaron
dignos de entrar a formar parte de sus tropas. Debo confesar que me sentí
orgulloso de estar entre los doce elegidos, a pesar de ser el de más edad de
todos ellos.
Sin embargo, debí aguardar un tiempo antes de que se me llamase
definitivamente para ocupar el puesto que se me había asignado. El 21 de
febrero me llegó por correo la comunicación: Se me esperaba en Berlín.
Fui destinado al batallón de reserva de las SS "Adolf Hitler", llamado en
Berlín "Lichterfelde". Mi suerte quiso que entrara a formar parte de la
segunda compañía, llamada "Mondscheinkompanie". El jefe de la misma
sentía una especial predilección por hacernos prestar toda clase de servicios
por la noche. Así, aprendimos en seguida lo que eran las marchas nocturnas
a través de los campos, con recorridos a pie de cuarenta kilómetros.
Me volvieron a asignar una habitación que debía compartir con los
reclutas de mayor edad. Mis nuevos compañeros eran médicos,