Page 83 - Vive Peligrosamente
P. 83
clase de vehículos. Pero lo que me causó gran satisfacción fue el certificado
que se me entregó de "Oficial de las SS", extendido a mi nombre.
El coronel de las SS, un alto jefe de arma tan distinguida, de nombre
Hoffmann, me llamó pasados unos días. Me presentó a un jefe de la
reserva, "herr" Rees, un auténtico veterano. Hablamos de varias cosas
durante un cuarto de hora antes de que me dijera, de improviso:
–Le incorporo como oficial especialista de mi Sección. Voy a
encomendarle su primera misión. En nuestro cuartel de la División
"Lichterfelde" hemos recibido ochenta vehículos que usted debe llevar,
mañana, a Hamm. Nuestra artillería pesada está a punto de salir para el
frente. ¡No olvide que formamos parte de la primera División de las tropas
de las SS que debe ir al frente! Tenemos que darnos prisa, ya que, en caso
contrario, puede terminarse la guerra sin que hayamos intervenido en ella.
Mi asentimiento, que hice con énfasis, expresó la satisfacción que me
había proporcionado la misión encomendada.
El día siguiente fue el responsable del nacimiento de mis primeras
canas. Creo que a un gaucho debe de resultarle mucho más fácil conducir
una manada de caballos de un sitio a otro, de lo que a mí me resultó mandar
una columna de coches conducidos por inexpertos jóvenes que ignoraban lo
que era tener un volante entre las manos. Y, además... ¡me había propuesto
que no quedase en la carretera ni un solo vehículo! ¡Nunca pude
imaginarme que los coches pudiesen tener tantas averías! Cada vez que
pasaba revista a la columna, me encontraba con que faltaba alguno que se
había quedado rezagado en alguno de los pueblos por los que pasábamos.
Apenas conocía a los mecánicos que estaban a mis órdenes; mucho menos
a los conductores.
Cuando iba al frente de la columna, sintiéndome orgulloso de mandarla,
me entraban, de pronto, toda clase de preocupaciones y temores por lo que
pudiera estar sucediendo al final de ella, en la cola. No volví a ver a los
mecánicos que mandé para que repararan los coches que habían quedado
atrás. Tuve que hacer alto dos veces; a medida que avanzaba, iba perdiendo
efectivos.
¡Y todo esto sucedía cuando todavía me faltaban muchos kilómetros de
autopista que recorrer antes de llegar a mi destino!
Llegué a Hamm hacia les tres de la madrugada. Pero me faltaban veinte
vehículos. No me atreví a presentarme a mi nuevo comandante. Por ello,
tomé la decisión de volver atrás. Conseguí recuperar trece coches. Y,
pasadas tres horas, regresé a la ciudad, llegando a mi base a las siete de la