Page 88 - Vive Peligrosamente
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para estar de regreso lo antes posible. La organización alemana de
suministros que debía abastecer a las tropas empezaba a tropezar con
dificultades, cosa comprensible, pues había de tenerse en cuenta la rapidez
del avance. Encontramos los depósitos en las proximidades de Hirson.
Llenamos los tanques de reserva y conseguimos incorporarnos a nuestra
unidad a las ocho de la mañana.
Pasamos por Bapaume en dirección a Péronne; pudimos apreciar que
aquellas dos pequeñas ciudades habían sufrido mucho los efectos de la
guerra. Un puente, recién construido, nos facilitó el paso del Somme.
Una vez lo hubimos atravesado nos vimos forzados a hacer una larga
parada, ya que varias columnas de prisioneros y varias unidades que se
dirigían al frente llenaban la ruta. Como disponía de un poco de tiempo,
aproveché la ocasión para dar una vuelta por las cercanías. Llegué hasta lo
que debió ser un puesto francés, donde descubrí un camión pesado. Lo
inspeccioné detenidamente y pude apreciar que estaba en perfectas
condiciones, pero no tenía gasolina; su depósito estaba vacío. El astuto
conductor, que había desaparecido, cosa presumible, lo había vaciado de
aceite y arrancado la "puesta en marcha" .Ordené que reparasen el vehículo
en un garaje cercano; llené de aceite y gasolina los depósitos, ya que
teníamos abundancia de ambos carburantes, y lo incorporé a nuestra
sección para utilizarlo. Nos vino muy bien, pues habíamos perdido varios
camiones.
En el asiento del conductor hice un descubrimiento que me alegró.
Encontré varias guías "Michelin" de las carreteras de Francia que nos
servirían mucho para orientarnos; tanto como nuestros mapas. Y en el
garaje me facilitaron más guías, que me sirvieron de gran ayuda. Repetí la
operación en varios pueblos más por los que pasábamos con los mismos
resultados. Al poco tiempo tenía en mi poder unos ochenta mapas, algunos
de ellos repetidos.
Mi jefe de sección se sintió muy satisfecho cuando le obsequié con los
mapas que tenía repetidos. Comprobamos que eran perfectos, de gran
exactitud, lo que supuso una gran suerte para nosotros. Los más
insignificantes detalles figuraban en ellos; esto nos sacó de apuros en varias
ocasiones.
Continuamos nuestra ruta hasta Saint Quentin, pudiendo darnos cuenta
de que sólo unas cuantas casas presentaban las fachadas con desperfectos
ocasionados por la guerra, y que su imponente catedral continuaba
incólume, alzando hacia el cielo sus agudas torres. Nos enteramos de que la