Page 90 - Vive Peligrosamente
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aislados entorpecían nuestra marcha, hasta que tuvimos la oportunidad de
          dar un rodeo utilizando caminos vecinales y pudimos descubrir a las
          baterías enemigas, que fueron bombardeadas por nuestra aviación.
            Sentíamos curiosidad por saber si nos dirigíamos directamente a París;
          pronto supimos que nuestra Sección tenía otro objetivo. Debíamos efectuar
          un gran rodeo en torno a la capital de Francia. Por la noche fuimos atacados
          por la aviación enemiga en Noyon. Por encima de nuestras cabezas había
          un continuo  resplandor  y las bombas caían en torno nuestro.  Tuvimos,
          forzosamente, que hacer un alto y nos vimos obligados a tendemos cuerpo a
          tierra, pegados a la hierba o buscando protección al lado de nuestros
          vehículos. ¡Cuántas veces, más tarde,  recordaríamos aquella etapa de la
          guerra, que tan fácil nos resultó  y a  la que denominamos "fuerza por la
          alegría"! Por entonces apenas nos sentíamos amenazados. Sabíamos que la
          victoria estaba de nuestra parte y que la suerte era nuestra compañera en
          todo momento.
            ¡Para  muchas unidades de nuestro Ejército, así fue la campaña
          occidental!
            Nuestra marcha a través de Chauny, Soissons, Villers–Cotteres, Château
          Thierry, Epernay, Châlons–sur–Marne, Saint Dizier, Châtillon–sur–Seine,
          Coulmier–le–Sec, Préey–Poully–Autun, no podía considerarse  más que
          como una persecución del ejército francés en derrota y desbandada. Todo
          hacía suponer que la suerte de la guerra ya estaba decidida, y que nuestra
          velocidad en el avance se debía a que queríamos tener la seguridad de que
          cayeran en nuestras manos fábricas de armamento de Francia, las grandes
          industrias de Le Creusot.
            El 10  de junio de 1940 se concedió a nuestra unidad un  período de
          descanso en Marmagne. Recibimos la orden de recuperar  todos los
          vehículos que habían  quedado a  nuestra retaguardia  y repararlos
          perfectamente. Muchos de aquéllos no habían sufrido ningún desperfecto;
          solamente  se habían quedado rezagados por  diversas causas. La
          recuperación de dichos vehículos fue nuestro cometido.
            Montamos nuestras tiendas de campaña e iniciamos una vida de
          campamento. Mis camaradas se tumbaban sobre la hierba para tomar el sol;
          mi conductor y  yo éramos, casi, los únicos que no disponíamos de un
          momento de reposo. Cuando una tarde  regresé  al campamento tuve  que
          hacer frente a la ira del nuevo comandante que ostentaba el mando, a causa
          de que mi conductor acababa de quitarse la guerrera y la camisa y estaba
          sentado al volante con el torso  desnudo. Nos  había visto en el preciso
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