Page 95 - Vive Peligrosamente
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aprovechado de la confusión creada por la llegada de las tropas alemanas
para escoger la libertad. Seguidamente, debió de haber asaltado una
carnicería cercana en la que se había hecho con el trozo de carne que tenía
entre sus garras, buscando luego una calle tranquila para devorarla. No
había duda de que el animal no era peligroso, y me avergoncé de haberle
dado muerte. Tenía la convicción de que mis camaradas se reirían si les
contaba mi reciente aventura. ¡Un oficial de las SS dando muerte a un tigre
que se había escapado de un circo!
Ofrecí el animal al perjudicado carnicero y le rogué que me diera su
piel. No conté a nadie mi extraña aventura; la guardé en silencio como si
hubiese cometido una mala acción.
Cuando regresé a Bordeaux al cabo de unas semanas y en ruta hacia
Holanda, volví a buscar aquella callejuela. El carnicero cumplió su palabra.
Me dio la piel del tigre y me regaló unas cuantas salchichas. ¡Mi hazaña
tuvo su recompensa!
Terminada la aventura, y ya con mi unidad, reanudamos la marcha en
dirección a Bains, Bayona y Biarritz, viajando por rutas maravillosas. Y así
llegamos a la frontera española.
El 22 de junio, por la tarde, sábado, recibimos la noticia de que se había
firmado el armisticio. ¡Habíamos derrotado al único enemigo de Alemania
que podía ser considerado como una gran potencia!
Una pregunta surgió en mi espíritu: ¿Será capaz Alemania de abstenerse
de imponer condiciones duras y de tener un gesto magnánimo con Francia,
pensando que con ello podrá obtener la simpatía de un probable aliado?
Habíamos terminado victoriosamente la invasión. Pero, ¿sería esto el final
de la guerra?
Todos nos sentíamos muy alegres. Todos esperábamos una paz próxima
y duradera. Fuimos acantonados y alojados en los cuarteles de Dax. En esta
población también había un campo de aviación francés lleno de numerosos
aviones que habían sido abandonados. Dedicamos los siguientes días a
inspeccionar detenidamente el campo y a ejercitarnos en el manejo de los
aviones enemigos. Pero cuando el campo de aviación fue entregado a las
unidas de la Luftwaffe, entre los que figuraban algunos de mis viejos
camaradas de Viena, ya no nos fue posible continuar con aquella diversión.
Tan sólo algunos baños ocasionales nos evadieron de nuestras
obligaciones de soldados. Los días de tranquilidad transcurrieron con gran
rapidez. Pronto volvió el servicio a ser practicado con arreglo a las antiguas
normas. El rudo pero cordial ambiente de cuartel, con todas las durezas