Page 87 - Vive Peligrosamente
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La incursión aérea duró poco. Di una vuelta para comprobar las pérdidas
          que habíamos sufrido. Vi unas cuantas siluetas que se dibujaban, en la
          oscuridad; los puntitos rojos de  varios cigarrillos encendidos me
          tranquilizaron. No reñí a  mis hombres por  fumar, aunque estaba
          rigurosamente prohibido; sabía que necesitaban calmar sus nervios y que
          no disponían de otro medio para conseguirlo. Aunque, también, tenía mis
          dudas en torno a los motivos de tal prohibición, ya que me parecía que era
          prácticamente imposible que los aviadores viesen desde arriba las ascuas
          luminosas de los cigarrillos. Nuestras  propias sombras denotaban  mucho
          más peligrosamente nuestra presencia.
            Las bombas sólo habían caído peligrosamente cerca del emplazamiento
          donde nuestra columna formaba una  especie de  ángulo. No hubo ni un
          herido, y el único desperfecto, el de la carrocería de un camión de carga
          pesada. ¡Se  trataba, nada  menos, que de un camión que trasportaba
          municiones! Habíamos vuelto a tener la suerte de nuestro lado, ya que de
          haber sido alcanzado el camión de  lleno habríamos tenido un  verdadero
          "fuego de artificio". De pronto tropecé con un montículo de tierra. Vi que
          sobre él se erguía una cruz de madera. Era la tumba de un compatriota, de
          un soldado alemán. La lumbre de mi cigarrillo me permitió leer la fecha
          que figuraba sobre la cruz; era la del día anterior... ¡Ya nos hallábamos en
          pleno escenario de la guerra!
            Estábamos enfrascados en agradable conversación cuando vimos que se
          aproximaba un enlace; nos dimos cuenta de que se acercaba por el faro de
          su  motocicleta. Hizo varias aclaraciones a nuestros jefes y comprobó
          algunos datos sobre un mapa que llevaba, alumbrándose con linterna. Se
          hizo un denso silencio que no tenía  nada de agradable. El enlace nos
          mostraba un determinado punto de la carretera, informándonos que en él,
          precisamente, acababa de chocar con una mina el coche en el que viajaba el
          comandante Rees, jefe de nuestra unidad, que había muerto en el acto. El
          oficial que le acompañaba y el conductor estaban gravemente heridos. Todo
          había ocurrido apenas una hora antes. ¡Nuestra compañía acababa de pagar
          su primer tributo de sangre a la guerra! La guerra había venido a nuestro
          encuentro, demostrando ser más rápida que nosotros.
            El capitán  Werner tomó el mando de la unidad.  Se nos ordenó que
          estuviésemos preparados  por la  madrugada para reemprender la  marcha.
          Me ordenaron que volviese atrás con mi formación de tanques para
          abastecerlos de carburante. No fue fácil avanzar, pues los tanques chocaban
          unos con otros. Procuramos cumplir lo más rápidamente la orden recibida
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