Page 80 - Vive Peligrosamente
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podían ocultar la desagradable impresión sentida por ellos ante las escenas
          de terror. Habían vivido una dura experiencia; eran jóvenes soldados que
          maduraron en el curso de unos cuantos días y que se habían convertido en
          hombres de la noche a la mañana.
            Las seis semanas fijadas para nuestra instrucción pasaron en un soplo.
          Hasta mis más severos superiores me consideraron un "soldado pasable".
          Me destinaron, unas cuantas semanas, a Hamburg–Langenhorn, donde
          ingresé en  el batallón "Germania". Era  mi nuevo destino. En él debía
          prepararme concienzudamente para ocupar, definitivamente, mi destino de
          oficial especialista. Pasé  unos días  maravillosos, durante los cuales fui
          dándome  cuenta de que iba convirtiéndome en  un soldado  completo.
          Aunque en algunas ocasiones habría vuelto a la vida civil con alegría. ¡No
          es fácil perder los hábitos de toda una vida!
            Al recibir el grado de suboficial compartía mi alojamiento con otros tres
          camaradas. Después de cumplir todas las obligaciones de nuestro servicio y
          de haber sido reprendidos por todos nuestros fallos, entonces, sólo
          entonces, nos quedaba tiempo para ocupamos de la marcha de la guerra.
            Noruega y Dinamarca habían sido ocupadas por las tropas alemanas el 9
          de abril de 1940. Con esta maniobra el ejército aleman se había adelantado
          a los cuerpos expedicionarios inglés  y francés. Ambos adversarios no
          habían ocultado nunca que debían asegurarse tales posiciones, de gran valor
          estratégico, si querían tener en sus manos las riendas de la guerra.
            En aquella época, no sólo los soldados, sino todos los alemanes, estaban
          convencidos de que los seis meses de guerra transcurridos en relativa calma
          era tan sólo el preludio del estallido de la auténtica tempestad.
            Todas las noticias extranjeras nos dejaban entrever, claramente, que las
          polémicas que se iniciaron en torno a Polonia serían una repetición de los
          sucesos que ocurrieron antes de la primera guerra mundial.
            No olvidábamos, tampoco, una cuestión de vital importancia:  que la
          guerra decidiría el destino de Alemania para los próximos decenios.
            Ya no era cuestión de simples ideologías. Se trataba de la propia
          existencia, de un problema de supervivencia.
            La guerra no era sostenida contra Adolf Hitler como tal persona  y
          político. Se hacía contra una potencia fuerte que empezaba a ser
          considerada peligrosa. ¡Iba contra toda Alemania!
            Habíamos perdido la oportunidad de evitar, o de terminar, con el gran
          derramamiento de sangre del que sólo podían sacar provecho "unos
          terceros" que, en aquellos momentos, estaban tranquilos. No nos quedaba
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