Page 8 - Vive Peligrosamente
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enseñanza media, desde 1919 hasta 1926. El derrocamiento y caída de la
          monarquía no afectó sensiblemente a la nueva generación de la posguerra
          que empezaba a formarse. La juventud tiene una disposición especial para
          olvidarse del pasado. Siempre está dispuesta a aceptar cualquier "mejora",
          si ésta tiene una faceta revolucionaria. A nosotros, los jóvenes de entonces,
          no nos importaba haber perdido la guerra. Sólo deseábamos sacar de ella el
          mejor provecho...
            Durante los primeros años de la posguerra, llegamos a comprender
          plenamente el significado de la "Cruz Roja Internacional", puesto que
          nosotros, los niños  y jovencitos, recibíamos ayuda, a través de ella, de
          muchas naciones: Estados Unidos, Holanda, Suecia, Noruega y Dinamarca.
            Los alimentos y las ropas que recibimos nos ayudaron a pasar los años
          difíciles y  duros de la inflación.  Pero, desgraciadamente, también
          aumentaron mucho, en esta época difícil, las disensiones sociales que,
          incluso, repercutieron en la población infantil.
            Dichas disensiones sociales  motivaron que se entablaran verdaderas
          batallas entre escolares y estudiantes cuyos padres eran simples obreros y
          nosotros, los que descendíamos de la  burguesía acomodada. Yo tomaba
          parte en aquellas luchas de las que, frecuentemente, salíamos con un labio
          partido o un ojo amoratado.
            Las Ciencias exactas, Matemáticas,  Geometría, Física y Química,  me
          resultaron sumamente fáciles de aprender, en tanto que los  idiomas
          extranjeros, el francés e inglés que, entonces, eran obligatorios, no siempre
          "querían penetrar en mi cerebro". Muchas veces me obligaron a continuar
          en clase durante las horas del recreo por cometer actos díscolos, propios de
          mi edad, como lo son de todos los muchachos de todas las generaciones.
          Sin embargo, los que pertenecían a mi misma clase tenían un gran sentido
          de la solidaridad; nadie delataba al autor de una travesura. Por esta razón,
          los castigos solían ser colectivos.
            Durante los años de mi adolescencia sentía gran predilección hacia toda
          clase de deportes. Nunca dejé de asistir a las que se denominaban "tardes de
          entrenamiento". Estas me causaban gran placer y fortalecían mi cuerpo; se
          convirtieron, incluso, en una necesidad física.  No alcancé ninguna
          calificación especial en los deportes que practiqué. Pero tampoco hice mal
          papel en ninguno de ellos.
            Muy pronto me decidí por una carrera: ¡quería ser ingeniero! Igual que
          mi padre y que mi hermano. Siempre había sentido un interés acusado hacia
          todo lo que  concernía a la técnica,  y nunca dejé de experimentar viva
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