Page 10 - Vive Peligrosamente
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Aquellos hombres, mucho mayores que el resto de los estudiantes, no
habían podido terminar sus estudios a causa de la guerra y de sus
consecuencias; algunos de entre ellos no habían tenido siquiera la
oportunidad de empezarlos. Ellos, que contaban con una gran experiencia,
nos mostraron las terribles consecuencias que la guerra había dejado en la
vida privada de un individuo cualquiera; eran para nosotros ejemplo vivo
del grave problema de la inadaptación. Nos dejaron, en aquellos tiempos en
que fueron nuestros compañeros de estudios, una profunda huella que
afectó a nuestros espíritus; sus conversaciones nos ponían en contacto con
los sucesos pasados. Sucesos que no habían podido ser apreciados por
nosotros directamente, puesto que, entonces, no éramos más que unos
niños.
También puedo afirmar que la influencia de un tiempo pasado, de toda
una época por así decirlo, se notaba latente en nuestras Escuelas superiores.
El profesorado estaba integrado por ancianos y caducos profesores de los
tiempos imperiales, estrechamente ligados a su "dorado pasado"; muchos,
incluso, habían desempeñado cargos distintos en la Corte. Esta situación
era perfectamente comprensible, pues muchos de los que debían haber
ocupado aquellos puestos, habían sido diezmados por la guerra, o bien
estaban "envejecidos prematuramente" como consecuencia de ella.
Trabé conocimiento con un compañero de estudios que era miembro de
la dinastía que había reinado en Austria. Era el duque Clemens de
Habsburgo que, por cierto, no logró terminar su carrera. Acostumbrado a
las ideas democrático–republicanas no di gran importancia a este hecho.
Tanto yo como los demás, lo consideramos como a un igual. No obstante,
sin que ello quisiera decir que nos "vendíamos al pasado", procuramos
guardarle ciertas consideraciones y le llamábamos "señor colega".
Uno de mis primeros exámenes lo realicé con él, nobilísimo compañero
de estudios, ante el profesor Seidel, antiguo palaciego. Nunca olvidaré la
deferencia con que le trataba el citado profesor. Se dirigía a él llamándole
"Su Alteza Serenísima" y se obstinaba en tratarle en tercera persona. Lo
que motivó que mi compañero me dijera:
"Ignoro si he aprobado los exámenes por mis conocimientos o por ser
Su Alteza Serenísima".
El año 1926 me hice miembro de un "clan" juvenil, lo que me
proporcionó la ocasión de tratar a los que se denominaban "hermanos de
grupo". La amistad que entablé con ellos seguí conservándola hasta mucho
tiempo después de pasada mi época de estudiante.