Page 15 - Vive Peligrosamente
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Los retos hechos en tales circunstancias debían ser aceptados en el acto,
          lo que no permitía disponer de tiempo para prepararse adecuadamente.
            El primer asalto me demostró que me las había con un adversario que
          me aventajaba en todo; sus golpes, seguros  y rapidísimos, herían
          frecuentemente mi cara en su parte izquierda. Sin embargo, los golpes no
          eran fuertes; la espalda hería mi piel sesgadamente, desgarrando la mejilla.
          Pero el dolor que producen tales golpes es más agudo que el de los más
          fuertes que penetran directamente en la carne.
            El "tempo" de nuestro duelo era muy elevado, ya que una de las reglas
          más importantes prescribía que cada adversario debía "devolver" cada dos
          golpes. Esto impedía a  mi contrincante lanzar certeramente sus golpes
          fuertes.
            En las cortas pausas recibí muy buenos consejos de mis amigos, pero
          éstos sólo podían ser tenidos en cuenta por hombres flemáticos, de nervios
          templados. Las personas nerviosas se inquietan más con los consejos, por
          lo que, muchas veces, carecen de valor. Se me aconsejó que  atacara a
          Menzel sin consideración alguna  y que procurara que  mis golpes fueran
          fuertes y consecutivos. Este consejo era sumamente acertado. A pesar de
          que mi mejilla se inflamaba cada vez más como consecuencia de los golpes
          recibidos, logré herir a mi adversario infligiéndole tres fuertes golpes en la
          cabeza, causándole heridas de unos  diez centímetros cada una. Menzel
          perdió tanta sangre que los árbitros le declararon inútil para continuar el
          combate. Cuando, al terminar el duelo, le di la mano, noté que se sentía
          aliviado por no verse  obligado a  continuar "sosteniendo el tipo",
          sentimiento que yo, igual que él, compartía plenamente. El éxito logrado
          por mí en este duelo tuvo gran importancia, ya que hasta entonces era
          considerado como un duelista de mediana calidad.
            Cuando recuerdo aquellos tiempos,  observo que  muchas cosas y
          costumbres han sido superadas. ¡También el dogma católico advierte la
          ilicitud de tales costumbres! Reconozco sus argumentos; pero...muchas
          cosas cambian con los tiempos; yo guardé, siempre, de ellos, una herencia
          positiva de nuestras costumbres.
            Aprendimos a "dar la cara" como hombres en defensa de todo lo que
          decíamos y hacíamos; aprendimos a luchar por nuestros actos y palabras
          con un arma en la mano  y hasta la  última  consecuencia. Pero también
          aprendimos a encajar todos los golpes manteniendo una actitud impasible; a
          soportar el dolor  y apretar fuertemente los dientes cuando estábamos a
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