Page 19 - Vive Peligrosamente
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Durante mis años de estudiante practiqué otros varios deportes así,
como la navegación a vela, que me complacía. ¡Cuántos fines de semana
los he pasado navegando por nuestro amarlo río, el Danubio! Conozco cada
centímetro de sus paisajes desde Passau hasta Budapest; cada uno de sus
remolinos, su azules y límpidas aguas...
Lo conozco en todas las condiciones climatológicas: en días soleados o
nublados, con lluvia y frío, al anochecer y en plena noche. He descubierto
que si nuestros ojos están dispuestos a observar atentamente las bellezas de
la naturaleza, siempre pueden descubrir algo nuevo, algo nunca visto hasta
entonces...
¡Qué maravillosas son las antiguas ruinas de Wachau cuando están
embellecidas por la luz de la luna que se refleja sobre las aguas del río!
¡Qué bellamente salvajes y primitivas se nos aparecen las extensas llanuras
de Raab, en Hungría, cuando la niebla matinal las envuelve con sus
brumas! ¡Qué sorprendente sensación se siente cuando el inesperado
remolino del río hace dar vueltas a nuestro bote, o cuando una manada de
ciervos se acerca a la hoguera que hemos encendido cuando acampamos!
El año 1929 conocí a un profesor vienés de deportes que, al mismo
tiempo, era un experto navegante. Su nombre era Kupka. Dedicaba todo su
tiempo a las experimentaciones y tenía siempre ideas fantásticas. Por
entonces trabajaba en un proyecto para "hacer volar a los navegantes".
Había construido con lino tensado dos alas que debían ser sujetadas a la
espalda de un hombre con el fin de facilitarle un corto vuelo.
Al igual que todos los descubridores e inventores, Kupka era
sumamente testarudo; nunca logré convencerle de que los hombres jamás
conseguirían volar como los pájaros por muy corto que fuese su vuelo. Al
hacer sus cálculos aerodinámicos no tuvo en cuenta el peso del cuerpo
humano, que era un obstáculo infranqueable para sus ideas.
A pesar de ello se efectuaron algunas pruebas que, no obstante no dar
los resultados apetecidos, plantearon el problema de una nueva forma de
navegación.
Un día mi amigo vino a verme y me expuso un gran proyecto. Había
escrito un guión cinematográfico que trataba de la navegación a vela y se
había adjudicado él mismo el papel principal. ¡Pero lo más importante era
que me pedía volase yo desde un acantilado con el artefacto de su
invención! La proposición no me pareció muy sensata; tampoco tenía la
idea de convertirme en "una estrella de cine", por lo que le propuse, con
mucha discreción, que comenzásemos tomando algunas pruebas