Page 24 - Vive Peligrosamente
P. 24

aceptada unánimemente. Su divisa era la siguiente: "Austria es un Estado
          alemán que no debe enfrentarse con Alemania".
            Por otra parte el plan económico (que solucionaba grandes problemas)
          del canciller doctor Johannes Schober, presentado por éste al canciller
          alemán, Curtius, se apoyaba en las bases de los antiguos dirigentes. ¡Y esto
          sucedió diez años después de terminada la guerra!
            Durante el tiempo que cursamos nuestros estudios de enseñanza media
          aprendimos a conocer estas vicisitudes, que nos enseñaban en la clase de
          Historia y en las que versaban sobre la fundamentación política de
          entonces. Las conferencias políticas oficiales, que se celebraban
          anualmente en la Plaza de los Héroes, de Viena, cada mes de septiembre, y
          que estaban exentas de toda clase de tendencias partidistas, me instruyeron
          mucho, y no dejé de asistir a ninguna de ellas mientras hacía mis estudios
          superiores. Recuerdo que el Rector de la Universidad de Viena, el doctor
          Innitzer, que, más tarde, llegó a ser arzobispo de Viena y cardenal, abogaba
          entonces por una política de conexión.
            Los debates del Parlamento eran considerados como infructuosos por la
          mayor parte de los jóvenes de  mi generación. La economía  austriaca no
          había logrado superar las consecuencias de la guerra; se llegó a una
          inflación casi imposible de superarse. Las negociaciones con el extranjero,
          que debían haber conseguido ciertas mejoras para la economía del país, no
          podían ser tenidas en cuenta, pues no se disponía del suficiente capital para
          invertirlo en la creación de las industrias que se proponían: también, porque
          la competencia suiza e italiana habría puesto dificultades a la realización de
          cualquier clase de estas negociaciones.
            El  malestar  social, promovido por las distintas trayectorias de los
          partidos y reforzado por el paro laboral que nadie se  molestaba  en
          solucionar, se agudizó. Hasta que encontró su "punto de explosión" en los
          disturbios del 25 de julio de 1927, que quedaron en la historia de mi patria
          con la denominación de "la quema del  Palacio de Justicia". No cabe la
          menor duda de que aquellos disturbios se dirigieron contra las leyes
          estatales vigentes. Fui testigo presencial de los hechos. Cuando iba a
          recoger a mi padre en su despacho, pude presenciar el alocado intento de
          las masas agolpadas ante el Palacio de Justicia, que querían penetrar en él
          para destruir los archivos. Todo el mundo ignoraba la causa del alboroto;
          cada cual daba rienda suelta a sus sentimientos personales para demostrar la
          existencia de una intranquilidad pública que, a falta de argumentos de peso
          sobre los que fundamentarse, acabó en unos simples fuegos de artificio.
   19   20   21   22   23   24   25   26   27   28   29