Page 193 - El Misterio de Belicena Villca
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Hiperbóreo alcanzaría así la Más Alta Sabiduría, la localización del Origen, y la
Piedra de Venus les mostraría la Señal Lítica de K'Taagar; entonces los Señores
de Tharsis podrían marchar hacia el destino que les tenían reservado los Dioses
Liberadores; y ese momento no parecía estar lejano, la Casa de Tharsis era
consciente de la inminencia con que llegaría un Hombre de Piedra que sería
Pontífice y comprendería los mayores secretos; le aguardaban con ansiedad
desde hacía años pero todos estaban de acuerdo en que pronto llegaría; y las
señales de los Dioses eran coincidentes. ¿Cómo, pues, cómo se producía ahora
este desastre?¿en qué habían fallado?¿quizás en un exceso de
confianza?¿habían subestimado una vez más al Enemigo? Sin dudas ésa era la
respuesta. No se mantuvo un suficiente estado de alerta y se permitió actuar al
Enemigo, al que se debería haber atacado preventivamente apenas se acercó a
la región de Aracena. Siendo así, lo ocurrido estaba explicado, al menos
estratégicamente, puesto que contra el conocimiento empleado por los Inmortales
no tenían defensa alguna fuera de la Pureza de Sangre.
No era posible, repetía la Vraya, que los Dioses Liberadores los hubiesen
abandonado a merced de los Golen; aquel golpe no podía significar el fin de la
Casa de Tharsis, no antes de haber cumplido la misión familiar; con seguridad
quedarían aún con vida otros Señores de Tharsis para salvar la Estirpe y
posibilitar la generación del Hombre de Piedra esperado. ¡Era necesario
buscarlos! Noso de Tharsis tendría que partir y recorrer los lugares donde
habitaban otros parientes, aunque no cabía albergar esperanzas sobre la
supervivencia de nadie que no estuviese iniciado. Y estos últimos, los Hombres
de Piedra, se hallaban todos incorporados a la Orden de Predicadores,
trabajando en distintos monasterios y universidades de Francia e Italia. El Noyo
viajaría de inmediato. Ella, quedaría de Guardia; racionando al máximo los
víveres disponibles resistiría seis meses, luego, naturalmente, moriría allí mismo,
si Noso no regresaba a tiempo.
Estaba en lo cierto la Vraya: aún quedaban Señores de Tharsis con vida y
con posibilidades de salvar la Estirpe; pero no era menos cierto que aquella sería
la situación más crítica que jamás hubiesen enfrentado, incluyendo la destrucción
de Tartessos. Esa vez lograron sobrevivir dieciséis miembros del linaje: ahora
sólo quedaban ocho, contando a la anciana Vraya y al Noyo. En efecto, durante
su viaje a Sevilla, Córdoba y Toledo, Noso sólo halló el luto y el temor de los
parientes no sanguíneos, a quienes nada había sucedido, y supo que la Peste no
conocía las distancias. Recién en Toledo se encontró con otro Hombre de Piedra,
que ya estaba al tanto de que algo terrible ocurría y se disponía a viajar a Turdes:
allí también habían muerto varios familiares por causa de la extraña Peste. Al
conocer las graves noticias, decidió partir junto a Noso hacia Zaragosa y Tolosa,
en el Languedoc, donde radicaba el Jefe de los Domini Canis. En Zaragosa
comprobaron que la Muerte Final había convertido en betún a la hermosa familia
de una de sus primas, madre de doce niños: los trece murieron en el mismo
momento, en la misma noche aciaga; su esposo, un Caballero bizantino,
talentoso profesor de griego, no tenía consuelo. Según dijo a los Hombres de
Piedra, la finada le había revelado años atrás que una secta esotérica integrada
por seres terribles llamados “Golen” perseguía desde antiguo a los Señores de
Tharsis; al exhalar aquel grito espantoso, antes de morir, ella se había aferrado a
Pedro de Creta y éste creyó distinguir la palabra “Golen”, modulada con el último
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