Page 308 - El Misterio de Belicena Villca
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juntos, he de transmitirles el Mensaje de los Dioses! ¡Te dejaré esta Piedra:
colócala del mismo modo frente al Angulo Recto, y Yo estaré allí en el
momento preciso!–
Dicho esto, se desvaneció tan misteriosamente como había aparecido, y
me encontré absolutamente solo en la Caverna Secreta. La Piedra de Venus ya
no reflejaba el Signo Tirodinguiburr pero podía verlo si me lo proponía. En fin,
luego de reflexionar cinco días, decidí acercarme a Turdes y enviar mensajeros
para convocaros y concretar la reunión solicitada por el Señor de Venus.
Transcurrieron unos minutos sin que nadie atinase a decir nada; todos
habían quedado como hechizados por el relato del Noyo. Finalmente, uno de los
Hombres de Piedra interrogó:
–La Piedra; ¿Qué quiso decir el Señor de Venus cuando habló de dejaros
una Piedra?
–Pues, el caso es que cuando se desvaneció por el Angulo Recto –
respondió el Noyo– una curiosa Piedra apareció donde El estaba, sin que Yo
pueda explicar cómo llegó hasta ese lugar de la Caverna.
–¿Y qué habéis hecho con ella?
–¡La he transportado hasta aquí! –El Noyo desató una bolsa de cuero que
traía sujeta a la cintura y extrajo de ella un rústico trozo de basalto negro. La
Piedra era una pequeña columna de 8 ó 9 pulgadas de altura y base rectangular;
sin dudarlo se la alargó al que había formulado las preguntas. Pronto circuló de
mano en mano hasta retornar nuevamente al Noyo, quien entonces volvió a
hablar.
–Damas y Caballeros: os propongo intentar el contacto con los Dioses, tal
como Ellos mismos lo han sugerido. He dispuesto una torre del Castillo para ese
fin y creo que ya es hora de dirigirnos hacia allí.
–¡Sí! –aprobaron al unísono varias voces– ¡No perdamos más tiempo!
Quincuagésimo Día
La Torre en cuestión consistía en un recinto cuadrado, construido con
sólidos bloques de granito, cuyos cuatro ángulos estaban perfectamente
alineados con los puntos cardinales. Se había hecho retirar todo el mobiliario a
excepción de tres largos bancos sin respaldo, en los cuales se sentaron los
Hombres de Piedra. La única vela de un candelabro de pared iluminaba
tenuemente el ángulo Oeste. Frente a ese rincón, en el suelo, el Noyo depositó la
diminuta columna de roca: después de orientarla convenientemente se unió a los
Hombres de Piedra.
–He colocado la Piedra en forma semejante a como la hallé en la Caverna
Secreta –dijo–. Ahora sólo nos resta Aguardar y Observar.
Al comienzo nadie notó nada porque el fenómeno se fue produciendo muy
lentamente. Empero, en un momento dado, sin que los Hombres de Piedra
pudiesen determinar cuándo, el vértice del rincón apareció extrañamente
brillante. Entonces todos vieron una línea vertical de luz blanca donde los dos
planos de las paredes se unían en el ángulo recto. Aquella luminosidad cubría
completamente el vértice y causaba la sensación de surgir de una delgada
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