Page 357 - El Misterio de Belicena Villca
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Gran Sacrificador;
Y reserva a la Madre
el Calor del Amor.
Abre pronto El Camino
para el Pueblo Elegido,
el Pueblo Redentor;
y cierra los sentidos
a la Negrura Eterna
que enfría el Corazón.
Yo Soy Binah; de tu Alma
Madre Soy; Yo Soy Binah,
quien te dará la Iluminación.
Yo Soy Binah, quien te bendice ahora.
Hijo del Anciano de los Días,
jamás olvides tu Ascendencia,
Santo, Santo, Santo, Quiblón.
Sólo el Gran Sacrificador ha escuchado este mensaje, pero todos los
presentes comprenden que la Virgen del Milagro ha hablado internamente con él.
Y Quiblón, presa del éxtasis místico, permanece de rodillas durante horas,
absorto en la contemplación de la Madre Cósmica. Los Golen se retiran al fin
prudentemente, dejando al Rabino Almirante sumido en la intimidad de sus
visiones celestes; Ellos, por su parte, han visto a la Madre de Dios llorar por Sus
Hijos apartados de la Ley del Amor, y a Su Granada sangrar de Pasión; y han
recogido sus lágrimas y su Sangre, para Gloria y Victoria de la Iglesia Golen y de
la Sinagoga de YHVH Sebaoth, para dar Testimonio de la Shekhinah del Pueblo
Elegido, el descenso del Reino Malkhouth.
Días después, los Golen se disponen a mostrar su jugada secreta, una
auténtica “carta en la manga”: Fray Juan Perez es confesor de la Reina Isabel; él
puede allanar todos los obstáculos para que Quiblón se exprese ante los Reyes;
y entonces, como si interrogara la Milagrosa, “¿quién podrá detenerte Santo
Quiblón?” Así, el Golen Juan Perez se dirige a Granada y concierta la famosa
entrevista; Luis Santangel y los banqueros judíos genoveses se aprestan para
financiar la empresa que será una vía de escape infalible para sus hermanos de
Raza; y los Domini Canis, tomados completamente por sorpresa, nada pueden
hacer esta vez para sabotear los planes de la Fraternidad Blanca. En Abril de
1492, Quiblón, el miserable judío converso, quien poco antes carecía hasta de
indumentaria y alimentos, reclama para sí y su descendencia el Almirantazgo de
la Mar Océana por la Corona de Castilla, el virreinato de todas las tierras
descubiertas y los países por conquistar, el diezmo sobre todos los productos que
se trajesen a España, ya sea botín o mercancía, etc. Y a tan desmesuradas
exigencias acceden los Reyes en la capitulación del 17 de Abril de 1492, firmada
en el campamento de Santa Fe, frente a Granada. Es que nadie, ni los Reyes
Católicos, pueden oponerse al Verbo de Metatrón: Granada, la Ciudad de los
Judíos, ha caído en poder de los gentiles, análogamente a lo ocurrido con
Jerusalén, destruida por el General Tito mil cuatrocientos años antes; y como
entonces, ahora sobrevendrá la diáspora del Pueblo Elegido. Pero esta vez la
dispersión no durará mucho tiempo; el Pueblo Elegido será prontamente
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