Page 362 - El Misterio de Belicena Villca
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Federmann. En este caso la suerte sonrió a los Señores de Tarsis en 1532,
aunque no así a Ambrosius de Alfinger, al que una flecha con curare envió a
mejor vida. Porque fue la muerte del Gobernador lo que trajo a Nicolaus de
Federmann a Europa, con el propósito de reclamar para sí aquel puesto que
justamente había ganado. Los Welser, sin embargo, otorgaron el cargo a Georg
de Spira, un hombre de prestigio que contaba con notables influencias y amigos
poderosos, nombrando en compensación a Federmann Teniente General del
Gobernador. Y fue en 1533, mientras el alemán se ocupaba de equipar la flota de
los Welser, que todos se juntaron en Sevilla.
Nicolaus de Federmann no era Iniciado ni tenía conocimientos de magia o
esoterismo, pero llevaba en sus venas la Sangre de Tharsis. Enseguida
comprendió que la misteriosa causa que llevaba a sus parientes a América debía
ser apoyada y accedió en todos sus puntos a efectuar el plan que éstos le
proponían; un secreto instinto le decía que no se equivocaba, que algo superior al
oro, por el cual estaba dispuesto a morir, guiaba a aquellos aventureros: lo podía
percibir en el aire cuando estaba en su presencia; y por si fuera poco, ellos
también pagaban con oro: con buen oro español, pues sus parientes resultaban
ser muy ricos. Sí, Nicolaus de Federmann se jugaría por los Señores de Tharsis.
El plan parecía simple: habría que transportar a seis de ellos; tres eran
Caballeros y sería fácil contratarlos; otros dos, frailes domínicos, ya disponían de
la dispensa eclesiástica, y además, para satisfacción de los Welser, eran
expertos mineros y especialistas en metales finos, un arte altamente apreciado
en esos días en que se requería fundir las insólitas aleaciones de los objetos
indígenas para rescatar el oro y la plata que contenían; el único problema lo
representaba la Dama, quien tendría que aguardar en Coro hasta el regreso de
sus hermanos y tíos; y los de Tharsis ofrecían sufragar, asimismo, los gastos de
diez soldados catalanes de su propia tropa de infantería, lo que no ofrecía
inconveniente alguno ya que en cada expedición americana se requerían
ingentes cantidades de efectivos militares. Ya en América, Nicolaus trataría de
orientarlos en la búsqueda de una extraña construcción de piedra que ellos
aseguraban existía “hacia el Sur”. Cómo lo sabían era cosa que pronto desistió
de averiguar debido al cerrado hermetismo de los españoles. Pero otra cosa era
segura: a éstos no interesaba el oro, piedras preciosas o perlas, que pudiesen
hallar en esa búsqueda; cualquier objeto de valor le pertenecería puesto que ellos
sólo querían encontrar aquel lugar.
La primera Nao enviada por Francisco Pizarro con una muestra del rescate
de Atahualpa llegó a Sevilla el 5 de Diciembre de 1533 y la segunda, con
Hernando Pizarro a bordo, el 9 de Enero de 1534; transportaban 100.000
castellanos de oro, unos 450 kilogramos, que sólo constituía una tercera parte de
lo que le correspondía al Rey: en el Perú, Francisco Pizarro se había apoderado
para ese entonces de nueve toneladas (9.000 kg.) de oro puro y cincuenta
(50.000 kg.) de plata. Tales hechos pusieron en estado frenético a los ávidos
Welser, que pretendían obtener un rédito semejante de su colonia americana, y
aceleraron la partida de Georg de Spira y Nicolaus de Federmann. A fines de
Enero de 1534 zarpaba del Guadalquivir de Sevilla la flota que traía a América a
Lito de Tharsis y a los cinco Hombres de Piedra que lo secundaban.
Los Señores de Tharsis se habían aprovisionado de abundantes víveres,
ropa y equipo militar, además de veinte caballos, tres perros dogos españoles y
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