Page 366 - El Misterio de Belicena Villca
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América en tiempos de Carlos V


                        ¿Y qué había ocurrido con los Señores de Tharsis en América? Al
                 separarse de Nicolaus Federmann se hallaban del lado Oeste  de la Cordillera
                 Oriental, a unos mil kilómetros del punto de partida y  a otros trescientos de la
                 ciudad de Quito, a la altura en que se origina el Río Napo. Era una región de
                 páramo frío y desolado, donde soplaba un  cierzo gélido que hacía crujir los
                 dientes y se calaba hasta los huesos. Habían dado con un sendero escarpado
                 que parecía hecho por la mano del hombre, ya que a ciertos trechos podían
                 observarse apilamientos de piedras  que hacían las veces de muros de
                 contención para los derrumbes aluvionales de tierra, y los seguían con renovada
                 esperanza: no imaginaban ni remotamente que aún recorrerían cinco mil
                 kilómetros hasta llegar a destino. Todo lo que les pudo dejar Nicolaus eran diez
                 caballos y muy pocas provisiones: con cuatro caballos alcanzaba para cargar
                 todo, los escasos víveres, las jaulas  con los pollos, y hasta las armas, ahora
                 inútiles por no tener ni un gramo de pólvora. A la vanguardia avanzaba Lito de
                 Tharsis, que iba montado y seguido de tres indios comprados en Coro, valiosos
                 por lenguaraces y baqueanos; más atrás, cabalgaban los otros cinco Hombres de
                 Piedra; y a la retaguardia, marchaba la tropa de infantería compuesta por los
                 siete soldados catalanes, cuya fidelidad por sus amos españoles los impulsaba a
                 seguirlos hasta la muerte; los dogos españoles, de proverbial fiereza, presidían el
                 paso de toda la columna explorando el camino cincuenta metros adelante.
                        Siete días transitaron por aquella escarpa, que ahora descendía en franco
                 declive hacia un pequeño valle situado, no obstante, entre altas montañas. Sin
                 saberlo, se estaban acercando a una fortaleza septentrional del imperio incaico,
                 que servía de Marca fronteriza con el imperio muisca: una guarnición de dos mil
                 indios, de uno u otro imperio, se relevaban cada seis meses para ocupar aquel

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