Page 363 - El Misterio de Belicena Villca
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tres docenas de pollos de Castilla. Una semana antes de partir, Lito de Tharsis
                 retiró la Espada Sabia de la Caverna Secreta, cubrió la Piedra de Venus con una
                 cinta de moño cruzada en el arriaz, y ciñéndosela en la cintura, emprendió el
                 sendero sin regreso hacia el puerto de Sevilla y América: por primera vez en
                 1.800 años, desde la caída de Tharsis a manos de los fenicios y Golen, la antigua
                 Espada de los Reyes iberos abandonaba la Caverna Secreta. Tres Noyos la
                 custodiarían ahora en aquel incierto viaje, uno de ellos el Hombre de Piedra más
                 perfecto que jamás produjera la Casa de Tharsis. Mas ¿alcanzaría su Sabiduría
                 para librarlos de los diabólicos poderes  de Bera y Birsa, quienes saldrían
                 inmediatamente en su persecución? Sólo en el futuro cercano comprobarían la
                 respuesta afirmativa.


                        Ni bien la proa de la fragata de los Welser ingresó en el Océano Atlántico,
                 la mirada de los Hombres de Piedra se dirigió hacia la Costa de la Luz, que
                 dejaban atrás: setenta kilómetros al N.E. se hallaba Onuba, uno de los antiguos
                 puertos del Imperio Tartesio, y también Rus Baal, la Peña de Saturno, donde
                 Quiblón recibiera la Shekhinah. Los seis estaban apoyados sobre una barandilla
                 de la  amurada de estribor, pero sus mentes viajaban hacia Onuba, en la
                 confluencia de los Ríos Tinto y Odiel; y luego subían por el Odiel, hasta Turdes, y
                 se detenían en la ciudadela de Tharshish, ahora nuevamente viva y poderosa en
                 el escenario de la imaginación; veían a sus antepasados,  los Reyes iberos
                 Señores de Tharsis, sostener con el compromiso de sus vidas las pautas del
                 Pacto de Sangre; en soledad, aquella Estirpe se había enfrentado a Todo y a
                 todos para cumplir con la misión  encomendada por los fundadores Atlantes
                 blancos, para mantener la lealtad a los Dioses Liberadores; una soledad que es
                 el precio a pagar por quienes son en verdad Extranjeros en el Universo, por
                 aquellos que exhiben la Intrepidez de Nimrod y el  Valor de sus guerreros
                 kassitas, por quienes poseen o buscan la Sangre de Tharsis: la Soledad
                 Absoluta, que en la Tierra deben padecer los Guerreros Sabios, los Iniciados
                 Hiperbóreos, los Hombres de Piedra, los Espíritus Increados; y la mente se dirigía
                 entonces al Cerro Char, frente al Rostro de Piedra de Pyrena, en la Epoca en que
                 el Misterio del Fuego Frío se oficiaba libremente y los Elegidos concurrían de
                 todas partes del Mundo para morir o encontrar la Verdad Desnuda de Sí Mismo;
                 la Fraternidad Blanca, la Orden de Melquisedec, los Atlantes morenos, los
                 Sacerdotes de todos los Cultos, los Golen, los Inmortales Bera y Birsa, los
                 Templarios, los miembros del Pueblo Elegido, los partidarios de la Sinarquía
                 Universal, Siervos de las  Potencias de la Materia, Adoradores de Jehová
                 Satanás, Enemigos Terribles de la Casa de Tharsis: Ellos los persiguieron
                 durante milenios, causaron la destrucción de Tharshish y la desaparición pública
                 del Misterio del Fuego Frío, procuraron extinguir la Estirpe de Tharsis y ocultar la
                 Sabiduría Hiperbórea, e intentaron por todos los medios apoderarse de la Espada
                 Sabia y su Piedra de Venus; y la mente volaba en el acto a la Caverna Secreta, y
                 apreciaba con orgullo el silencioso sacrificio de decenas de Noyos y Vrayas
                 custodiando la Espada Sabia, purificando la Sangre  y aguardando con la
                 paciencia del cazador la Señal Lítica de K'Taagar, la llamada racial que
                 autorizaba a dirigirse hacia la Morada  de los Dioses Leales al Espíritu del
                 Hombre; ahora los Señores de Tharsis podrían realizar el milenariamente ansiado
                 viaje si lo deseaban: un Noyo, el Más Grande de Todos, Lito de Tharsis, había

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