Page 361 - El Misterio de Belicena Villca
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estratégicamente y descuidó la cuestión del Nuevo Mundo: ahora ocurría que la
Orden de Predicadores estaba infiltrada por cientos de domínicos marranos que
sólo ambicionaban dirigirse a América en compañía de miles de sus hermanos de
Raza, a quienes se permitía abandonar las cárceles y sus lóbregos guetos para
participar de la “conquista”. Ante esta realidad, el juicio de los Dioses sugería
obrar con extrema cautela en todas las etapas de la operación. ¿Cómo irían a
América? Los Dioses lo habían previsto, pronto lo comprobarían.
Lito de Tharsis y uno de los Noyos, de nombre Roque, se reunieron en
Turdes con Ricardo de Tharsis y los restantes Hombres de Piedra de la familia de
Valentina. Todos estuvieron de acuerdo en que se había cumplido la profecía del
Señor de Venus y que el ansiado momento de partir se hallaba próximo: a Lito de
Tharsis le correspondería el Alto Honor de transportar la Espada Sabia al sitio
dispuesto por los Dioses. Pero no todos podrían partir; Ricardo de Tharsis estaba
viejo para emprender semejante viaje, y en situación análoga se encontraban
otros dos Caballeros y dos Damas; una Dama más joven, sin embargo, podría
acompañarlos pero sólo hasta algún poblado, porque sería difícil que se le
permitiese integrar una expedición militar. Y aparte de los tres Noyos, también
estaban en condiciones de ir dos frailes domínicos, que oficiaban de inquisidores
junto a Ricardo de Tharsis. Si todo salía bien, los viajeros mandarían a buscar a
los que se quedaban; en caso contrario, éstos se unirían a la Estrategia de la
rama alemana de la familia.
El problema del viaje, como dije, se resolvió fácilmente gracias a la
providencia de los Dioses, pues un joven explorador alemán, al servicio
de la Casa Welser, era un pariente lejano de los Señores de Tharsis. Nicolaus de
Federmann, en efecto, ostentaba el linaje de los Señores de Tharsis austríacos
por la línea materna y estaba entonces en América. El Rey Carlos I, y Emperador
Carlos V de Alemania, contrajo una deuda de 150.000 ducados con la Casa
Welser de Augsburgo firmando, como una suerte de garantía real, una
capitulación en Burgos por la que se autorizaba a dicha Banca a establecerse y
explotar una región de América. Tal región era la comprendida por el actual
territorio de Venezuela, desde el Cabo de la Vela hasta Maracapana, y la
Compañía se imponía la obligación de fundar dos ciudades y tres fortalezas, en
las que podría nombrar un Gobernador o Adelantado con la anuencia real. En el
año 1527 Juan Ampúes fundó allí la ciudad de la Vela de Santa Ana de Coro,
donde se instaló en 1528 Ambrosius de Alfinger, el primer Gobernador nombrado
por los Welser, quien llevó como lugarteniente a Nicolaus Federmann. En 1530,
luego de aquella reunión de Lito de Tharsis con los Hombres de Piedra para
decidir el viaje a América, descubren por medio de noticias provenientes de la
rama vrunaldina la existencia de aquel pariente, y se ponen en contacto con él a
través de la lenta correspondencia que los domínicos mantenían con los frailes
misioneros. Se procuraba, en todo caso, no arriesgar información de ese modo y
por eso las misivas sólo se referían a la necesidad de sostener una entrevista
personal con el explorador “por motivos vitales que entonces se aclararían”. Algo
difícil de concretar en esos días debido a que Federmann concurría en
peligrosísima exploración al corazón de la selva venezolana en busca del oro de
los indios.
De todos modos, los Señores de Tharsis se trasladaron al puerto de
Sevilla y comenzaron a preparar su propia expedición, descontando la ayuda de
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