Page 369 - El Misterio de Belicena Villca
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Empero, sus indumentarias delataban que se trataba de indígenas, de otra etnia
                 pero indígenas al fin: vestían unos  hábitos negros de lana de llama, muy
                 semejantes a la saya de los Cátaros, y cubrían sus cabezas con bonetes negros
                 del mismo material. Pero lo que más atrajo la atención de los Señores de Tharsis,
                 lo más increíble, eran los escudos redondos y emplumados que portaban: en su
                 centro, claramente visible, llevaban pintada una de las Vrunas de Navután. A su
                 paso, arrancaron un murmullo de temor de parte de los muiscas y los españoles
                 observaron con asombro que la mayoría de los guerreros evitaba mirarlos.
                        Al detenerse, el jefe al que Lito había dirigido las palabras de la Piedra de
                 Venus se abocó a llamar a los dos insólitos personajes que lo acompañaban.
                 Luego de descender, los tres se aproximaron hacia la casa ocupada por los
                 intrusos. A cierta distancia, se pararon  y conferenciaron durante unos minutos;
                 finalmente, el de la víspera, se acercó resueltamente y gritó:
                        –¡Huancaquilli Aty! ¡Huancaquilli Aty!

                        Lito de Tharsis vaciló un instante, en tanto todos los ojos de los Hombres
                 de Piedra estaban clavados en él, pero enseguida salió y se enfrentó con el indio.
                 Como la primera vez, enarbolaba ahora también la Espada Sabia. Al verlo, los
                 dos de negro sin dudarlo, avanzaron a su encuentro. Sin embargo, su interés no
                 radicaba en Lito sino en la Espada Sabia: ambos dijeron al unísono:
                        –¡Coyllor Sayana! –que en quechua significa: “Piedra de la Estrella”.

                        Desde la ventana trapezoidal, los Hombres de Piedra seguían atentamente
                 los acontecimientos, aprestados para correr en ayuda de Lito  de Tharsis. No
                 alcanzaban a oír las palabras que pronunciaban, pero era indudable que tanto
                 Lito como los  Amautas del Bonete Negro hablaban a intervalos regulares.
                 Transcurrieron los minutos en la misma forma, hasta que el intercambio de
                 palabras y frases adquirió el inequívoco tono del diálogo. Al fin, el Señor de
                 Tharsis giró y se encaminó sin problemas hacia el albergue de sus parientes; el
                 jefe muisca, por su parte, dio una  orden y de inmediato los guechas se
                 desconcentraron sin protestar: sólo la guardia real que acompañaba a las literas
                 se mantuvo en las cercanías de la casa.
                        –¿Qué ha sucedido? –Indagó Violante sin poderse contener, apenas Lito
                 traspuso la puerta–. ¿Habéis logrado haceros entender por los naturales?
                        –Aparentemente el peligro ha pasado –afirmó Lito, cuyo semblante
                 reflejaba aún la estupefacción que lo embargaba–. Señores de Tharsis: nos
                 enfrentamos a un Gran Misterio.  Según lo que he logrado comprender,  estos
                 seres de túnica negra nos estaban aguardando desde hace muchos meses,
                 quizás un año o más. Las palabras que Yo he pronunciado ayer, pertenecen a
                 una lengua más bien profana, propia del Imperio que ha conquistado Pizarro. Por
                 eso, al principio no pudimos entendernos. Pero luego, y oíd bien lo que os voy a
                 decir porque aunque parezca fantasía no lo es, ellos hablaron en un idioma que
                 es exclusivo de los Amautas del Bonete Negro, especie de Iniciados del Culto a
                 la Luna Fría, o decreciente, Aty, es decir, a la Muerte Fría; y aquí viene lo
                 incomprensible: esa lengua,  es una variante antigua del bajo alemán o del
                 danés. Aún no lo sé con certeza por la  forma bárbara en que lo hablan, pero
                 creedme que no será difícil aprenderlo. Naturalmente, que vosotros estaréis tan
                 sorprendidos como Yo: ¿cómo puede ser que nos estuviesen esperando, cuando
                 sólo los Dioses sabían que vendríamos? y ¿quiénes son estos Iniciados, que en

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